(Concierto para Piano y Orquesta n.2 Opus 18 Rachmaninov)
De repente,
me encuentro caminando por un estrecho sendero lleno de misterios y secretos.
La noche está oscura y aún estoy lejos de mi hogar, pero sigo caminando. Las
melodías del primer movimiento del Concierto para piano n.º 2 de Serguéi Rachmaninov
me acompañan suavemente y abren el camino a mis pasos jadeantes y cansados.
El
movimiento comienza con un «moderato». Una melodía ligera invadida por
la orquesta. Así me siento yo, invadido por una cascada de pensamientos y
aprensiones mientras camino.
Entonces,
mientras mis pensamientos vuelan, empiezo a sentir una brisa marina, pero aún
no puedo ver el mar, tal vez mi destino final. Entonces, el «moderato»
es esa brisa que besa mi rostro.
Con el «Adagio
sostenuto» (segundo movimiento), un sentimiento de esperanza se apodera de
mi ser. La esperanza siempre es algo muy bueno para el alma.
Entonces,
el paisaje cambia. El sendero comienza a ser más sereno y tranquilo. La emoción
se apodera de mi ser. Imágenes del pasado, antaño felices, hacen aparecer una
sonrisa en mi rostro. Los rostros de aquellos a quienes amé y luego perdí. Pero
la tristeza está lejos de mí. Siento una nostalgia serena y pacífica con los
recuerdos fuertes y relevantes de aquellos con quienes viví y con quienes pasé
momentos maravillosos.
Sigo
caminando. Los arpegios son sencillos y tiernos. La noche se vuelve más clara
con la luz de una luna llena de fascinación y encanto.
Con el
final del movimiento, tengo la sensación de que la noche muere
irremediablemente, dando paso no solo al día, sino también a lo incierto. Es
como si la barca de mi vida, que navegó durante tanto tiempo por el inmenso mar
de incertidumbres, estuviera llegando al puerto. Un puerto al que siempre deseé
llegar, pero que ahora, cuando esa llegada es inminente, espero encontrar la
felicidad.
Con el «Allegro
Scherzando» del tercer movimiento, la noche se despide con el amanecer.
Todo se transforma a mi alrededor. Las oscuras sombras de los altos árboles son
verdes y esbeltas. Un haz de luz entra entre las hojas iluminando todo lo que
hay a su alrededor.
Y con
energía renovada llego al último tramo del sendero que conduce directamente a
la cima de una montaña. Y entonces, llego al punto más alto de la montaña y
escucho la melodía principal del concierto en mis oídos. Veo el inmenso mar
azul y me siento parte de la naturaleza. Todo es paz, todo es perfección. Aquí
no hay ningún tipo de presión humana, ni preocupaciones, ni sentimientos
negativos. Todo es armonía, todo es melodía, todo es amor sin límites.
Mi alma se
siente llena de gratitud por tanta belleza, tanta paz y tanto amor. Mi corazón se siente gratificado y en
paz.