quinta-feira, 1 de abril de 2010

EN LAS PASCUAS DE RESURRECCIÓN


Nuevamente nos acercamos a la gran fiesta del misterio pascual. La solemnidad de las Pascuas de Resurrección es el gozne sobre el cual gira toda nuestra fe cristiana. Es la fiesta más importante de la cristiandad, incluso más que las Navidades.
El año litúrgico se centra en la Pascua y es un tiempo que exige mayor devoción para contemplar los sublimes misterios.
El misterio de la Resurrección de Nuestro Señor continua vivo dentro de todos los fieles como aquella luz que brilla en la oscuridad. Para resucitar, para “volver a vivir”, para “renacer” se necesita pasar antes por la oscuridad.
La pasión de Nuestro Señor y su posterior muerte en la cruz son cátedras de humildad y de vida. A través del sufrimiento por toda la humanidad, el Dios hecho hombre entregó su vida como cordero, sacrificio expiatorio, para redimir al hombre.
Tal sacrificio, el propio hijo de Dios, no podía ser cualquier sacrificio. En el altar de la Cruz, Cristo “Perfecto Dios y Perfecto Hombre” se consuma la obra de nuestra Redención..
Acompañamos a Jesús en su camino en el calvario. Meditamos su alegre entrada en Jerusalén (el Domingo de Ramos) y lo vemos rezar en el Monte de los Olivos, su posterior injusto proceso, su flagelación, su corona de espinas, su cruz a cuestas hasta llegar al calvario.
Era necesario que ese día la luminaria del cielo se apagara y que el mundo estuviera en tinieblas, en una total y desconcertante oscuridad. La oscuridad del dolor y del drama humano, la vivimos todos los días de nuestras vidas.
Cada uno tiene su propio sacrificio, su propio vía crucis.
Y así de la oscuridad del dolor, llegó el glorioso día de la Resurrección.
La Pascua de Resurrección es una fiesta de gran alegría para todos. Jesucristo Vive! Y en ese momento está “resucitando” inexorablemente en nuestra alma, si así lo permitimos. En la resurrección de Cristo de apoya nuestra propia y futura resurrección. Por lo tanto, la resurrección de Jesús es la clave para interpretar toda su vida y el fundamento de nuestra fe.
La alegría verdadera tiene su origen en Cristo resucitado. La tristeza nace del descamino y del alejamiento de Dios. Ser personas optimistas, serenas y alegres incluso en medio de la tribulación es vivir la vida con fe. Ser alegres permite además dar alegría y paz a los demás.
En este tiempo de gran contentamiento y de fe, quiero desearos, desde el fondo del corazón que la luz de Cristo resucitado brille en vuestros corazones y que podáis recibir la inmensa dádiva espiritual del “Gaudium Cum Pace” (La alegría con Paz) .

FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN 2010!!!

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