quinta-feira, 15 de abril de 2010

LA LENGUA CASTELLANA


En la semana de la nuestra querida y bienamada lengua castellana, he querido rendir un homenaje al Padre de nuestra literatura : Don Miguel de Cervantes y Saavedra, a través de su magistral y monumental obra : Don Quijote de la Mancha.
El buen y viejo idioma mío, que acunó mis primeras palabras y sílabas desde mi tierna infancia, que por medio del cual pude musitar y exclamar los primeros poemas; que pude leer los primeros libros infantiles y después los tesoros de la literatura universal, tiene un día dedicado a él, el día del fallecimiento de Cervantes, el 23 de abril de 1616.
Leí el Quijote cuando aún estaba en la secundaria. Entonces era obligatorio leerlo, ya que era el gozne sobre el cual giraba toda la literatura castellana. Me llamaba la atención del por qué de tanto suceso universal, del por qué tantos estudiosos continúan atribuyendo a esta obra como la más importante obra de la literatura mundial después de la Biblia.
El análisis es por cierto impresionante y asombroso. La naturaleza humana se debate entre el idealismo del Quijote y el realismo de Sancho Panza. El idealismo es la piedra de lanza que el ser humano posee para estructurar sus objetivos; el realismo ayuda a alcanzarlo.
El primer eslabón de la literatura castellana tuvo repercusiones increíbles a través de los grandes escritores y de obras inmemoriales.
Las poesías en mi idioma evocan el romanticismo tierno y juvenil de Gustavo Adolfo Bécquer, los sonetos de José de Espronceda, la fuerza inspiradora de los poemas de Gloria Fuertes, el delicioso infantilismo de Gabriela Mistral, las coplas de Manrique y la magistral emoción de Quevedo y Villegas. La emoción acunada en los versos del chileno Neruda, hasta la filosofal obra de Amado Nervo, encuentran un esplendor natural en la obra colosal de Federico García Lorca.
La fantasiosa realidad de Jorge Luis Borges y de los cuentos de Cortázar. El realismo de Camilo José Cela y la placidez de Rosalía de Castro se confunden con la exposición brillante del carácter humano de los personajes de Augusto Roa Bastos.
Desde las poesías de Unamuno, Hernández y del Valle Inclán, hasta la realidad latinoamericana de Gabriel García Márquez y de Mario Vargas Llosa.
El lirismo de Don Benito Pérez Galdós hasta el romanticismo de Jorge Isaacs conmueven a cualquier espíritu amante de las letras.
En este mundo tan convulsionado e invadido por cacofonía, de tantos disturbios y modernas comunicaciones incansables y disonantes, hago uso de mi lengua madre citando una pequeña poesía de Fray Luis de León, del siglo de oro español :
“Qué descansada vida, la de aquel que huye del mundanal ruido!!!”

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