quarta-feira, 16 de julho de 2014

PANIS CIRCENSES (PAN Y CIRCO)



Digan lo que digan, digan que el fútbol es el opio del pueblo (algunos dicen que la religión lo es), pero no puedo dejar de sojuzgarme ante la inmensa influencia que este ambiente de Mundial (que terminó el 13/07/2014) dejó a nuestras vidas, y máxime cuando uno vive en un país donde se respira fútbol todos los días.
Para los brasileños, y a pesar de la derrota horrorosa de la Selección brasileña, éste es el país del fútbol y no sólo porque es, y sigue siendo, el mayor campeón de todos los tiempos, sino porque los meandros futbolísticos y futboleros son tan complejos que hasta se puede explicar algo que es inexplicable: el alma de una nación tan variada y heterogénea.
Con tamaño continental y con una cultura tan vasta y densa, tan cambiante y diversificada, llegué a la conclusión que sólo el fútbol es unanimidad, a punto de que, el fracaso del seleccionado nacional en este Mundial ( en que fuimos anfitriones) dio pie a un enorme debate sobre la necesidad de reformular el fútbol, y a pesar de conocer mucha gente que le da por la tangente este deporte, cuando llega el Mundial de Fútbol, es impresionante ver como el país se tiñe de verde amarillo, los colores nacionales.
Durante estos treinta días de juegos y cuando la Selección Nacional salía victoriosa, miré las calles atiborradas de gente y la alegría era general.
Siempre admiré la riqueza cultural brasileña. Su música y su danza, su arte en todos los niveles, su compleja historia y la sencillez de sus habitantes.
No hay extranjero alguno que no alabe ni se rinda ante el “ser” brasileño que, siendo un buen anfitrión, es capaz de dejar todo de lada para recibir bien. Incluso para los más pesimistas recalcitrantes, el éxito de este Mundial resulta asombroso. ¿Quién podría imaginar que, una semana antes del inicio del evento, las grandes ciudades estaban plagadas de protestos, reivindicaciones y huelgas? Una semana antes, la ciudad más grande del país tuvo una paralización del sistema de metro, que fue una locura. Pero, empezó el Mundial y todo se desvaneció. Apareció en el horizonte la máxima pasión del pueblo brasileño: el fútbol y ahí todo quedó en el olvido. Pero sólo por un mes.
Entonces, parodiando a un comentarista local, me rendí a ese ambiente de “alienación simpática” por cuatro semanas. Los problemas no desparecieron, siguen allí, pero aprovechamos aquellos días de júbilo para recargar las baterías para enfrentar nuevamente los complejos problemas nacionales.
Ese momento mágico,  ha durado sólo un mes, pero, al menos aprovechamos esos días de “PAN Y CIRCO” como lo hacían los romanos cuando eran un imperio.

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