PERDONENME, PERO NO PUEDO SER FELIZ
Sin duda,
el drama de los refugiados sirios, iraquíes y africanos intentando entrar en
Europa ha adquirido tintes dramáticos de una verdadera tragedia humana. La
terrible fotografía del pobre AILAN KURDI muerto en las playas de Turquía no es
sólo un mero símbolo de este triste y devastador espectáculo de la más honda
miseria humana, es un atentado a la propia humanidad. Perdónenme mis amigos,
pero no puedo ser feliz en un mundo en que millares de refugiados, huyendo
despavoridos de la guerra y el hambre, buscan un lugar para sobrevivir. Es la
peor crisis de refugiados desde la segunda guerra mundial y en pleno siglo XXI
esto no puede volver a suceder. Y no entiendo cómo podemos vivir tranquilamente
nuestras vidas insignificantes, delante de toda esta tragedia que asola a tanta
gente.
Al escribir
este texto, recuerdo que hoy, 5 de septiembre es el día en que la Madre Teresa
de Calcuta cruzó los umbrales de la inmortalidad por su labor caritativa y
humana en pro de los más necesitados. Ella no sólo fue ejemplo de caridad, sino
también de humanidad. Me refiero a los valores que ella encarnaba y practicaba:
valores que tanto creyentes como no creyentes compartimos.
En las
frías arenas de una playa de Turquía, yace una gran parte de la humanidad
perdida en la indiferencia, en el egoísmo, en la sencilla y llana estupidez de
creer que esto no nos afecta. Sí, señores, nos afecta y mucho, porque todos
somos un poco el pequeño AILAN KURDI que, junto con su familia, madre y
hermano, perecieron ahogados en el mar de la crueldad y frialdad humanas.
No se puede
ser feliz, ni de lejos, cuando voces ahogadas por el miedo y el desespero piden
ayuda. No se puede ser feliz cuando países que pueden abrigarlos, gobiernos que
tienen en sus manos la solución, o al menos mitigar este drama, simplemente dan
la espalda. Una vez escribí que Angela Merkel era el ejemplo más digno de la
verdadera líder europea, los demás, que me perdonen, son simples espantapájaros
de la política internacional, que no merecen ni siquiera ser llamado de
gobernantes. Alemania, Francia, países escandinavos y otros han dado ejemplo,
pero, donde están los demás? Donde estamos nosotros y nuestros gobiernos que
tratan el tema como una noticia triste y nada más.
El mundo ha
cambiado y por lo menos en tecnología, y para el bien. Gracias a la Internet
podemos ver, casi “in situ” el drama humano de los refugiados en Europa, la
tristeza estampada en los rostros de miles de hombres, mujeres y niños que
llegan por tierra y por mar, intentando sobrevivir. Esto no es solo una ola de
inmigración ilegal, esto es una inundación de desespero, de buscar
sobrevivencia, de buscar amparo, y si no somos capaces de ayudarlos, no somos
humanos.
Aparte de
la tragedia que acompaño día tras día, todavía veo que hay gente que no quiere
ver más fotos de la tragedia, porque – dicen – “esto no tiene nada que ver
conmigo”. Perdónenme, pero sí tiene mucho que ver contigo, conmigo y con todos
los demás. Tiene que ver con nosotros como seres humanos, tiene que ver con
nosotros, como parte integrante del planeta Tierra, como parte de un todo. Una
parte de mi fe en la humanidad ha quedado muerta en una playa cualquiera de
Turquía, por un momento, soy un refugiado, un inmigrante, un Ailan Kurdi, un
ser humano.
Por todo eso, perdónenme, pero, no puedo ser
feliz.
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