Y con gran asombro llego nuevamente al fin de un año. Esta vez le toca el
turno a 2024, el año en que presenciamos guerras, conflictos, desastres
climáticos, elecciones, desconfianzas y esperanzas olvidadas.
Como siempre, al terminar un año, no podemos dejar de renovar nuestros
buenos deseos para que el próximo sea de bienaventuranzas, de problemas
resueltos, de enfermedades curadas, de guerras terminadas.
Y es con el círculo de esperanzas que seguimos nuestro caminar a través del
misterioso engranaje de la vida. El mundo gira, aunque no lo deseemos, aunque
no nos demos cuenta de ello, aunque nos parezca difícil o sombrío. Sí, el mundo
gira. El mundo sigue su recorrido hacia lo ignoto, hacia algún lugar que
desconocemos, hacia un destino misterioso. Y debemos aceptarlo porque forma
parte de la propia esencia del vivir y existir.
2024 ha sido un año sorprendente. Las guerras en medio oriente y en Ucrania
continuaron y se recrudecieron, y al parecer, están lejos de terminar. La
crisis inmigratoria desde África a Europa continua, provocando problemas
políticos en los países afectados. Así también, los problemas del calentamiento
global, produjeron más catástrofes naturales de lo que podíamos imaginar. Todo
está tan convulsionado y parece que estamos en un callejón sin salida.
Pero, en medio de todo este ruido, esta cacofonía urbana en la que estamos
inmersos, el silencio y la paz son posibles cuando los buscamos en el fondo de
nuestra propia esencia. Allí radica la meditación, la contemplación, momentos
de extrema calma y tranquilidad. Estos son los elementos esenciales para
reconocernos a nosotros mismos, a buscar la tan mentada “expansión de
conciencia” que nos ayudará, sin dudas, a seguir nuestro caminar por la vida, y
empezando por el nuevo año, sin dolor, sin arrepentimientos y sin miedos.
Y con el alma reinventada de alegría, extiendo a todos vosotros mis mejores
deseos de un sorprendente año de 2025!
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