El llamado tiempo de espera, que es el Adviento, período en que nos
preparamos para que nuevamente brille en nuestros corazones la luz del amor, con
el nacimiento de Jesús Niño, Príncipe de la paz y verdadero camino de la verdad
y de la vida.
Y en este tiempo, en que nuestra mente y nuestro corazón se prepara para
este gran acontecimiento espiritual, los deseos de paz, amor y de solidaridad
afloran en nuestros corazones y se extienden a todos los que amamos, a todos
los hombres de buena voluntad de todos los rincones de este mundo.
La luz de Cristo, Salvador y Redentor del mundo, ilumina el corazón de los
hombres que se abren a esta divina dádiva de amor sin límites.
Y con este período de preparación, también se prepara mi alma para recibir
esa luz, que disipa las tinieblas del miedo y del odio, que nos aleja del egoísmo,
de las guerras, y de la enemistad entre los seres humanos.
Me preparo, entonces, como todos los años para que mi alma y mi corazón estén por siempre iluminados por la bondad y el amor del Dios-Hombre, que se ha rebajado a la condición humana para amarnos profundamente.
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