Que
vivimos en un mundo ajetreado, bombardeado por noticias las 24horas, por los
alcances de la Internet y otros modernismos, no quedan dudas. Pero también
sentimos que los días pasan volando, las estaciones son como un respiro, los
años, las décadas, etc. Toda nuestra vida parece estar sumergida en un
torbellino de confusiones, desmanes, inquietudes y problemas.
Entonces
pienso en la palabra PAUSA. Significa un parón, un lapso, un silencio, un
detenerse en medio del trajín del día a día, de los problemas inherentes a la
vida, del tedioso engranaje de la rutina: ¡PAUSA!
Es
imperativo que, para sobrevivir, demos un respiro y sigamos adelante. Una pausa
es un respiro.
Recientemente,
en una de esas encuestas, tan en boga hoy en día, leí, algo sorprendido que, en
el MOMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), cada visitante sólo se detiene
siete segundos para contemplar una obra: ¡Siete segundos!. Es el tiempo que
disponemos para “aprehender y asimilar” alguna obra de arte. Y vamos de mal a
peor. En poco tiempo más, serán menos de siete segundos y, corremos el riesgo
de no encontrar ni tiempo, ni espacio para la pausa.
Una
pausa es también silencio, es calma y es meditación. Es adentrarnos a nuestro
interior y extraer de él, nuevas inspiraciones, ideas, sentimientos,
intuiciones. Una pausa diaria ayuda, y mucho, al autoconocimiento.
Sólo
el conocernos profundamente, nos llevará a saber cómo enfrentar y afrontar los
embates de la vida. No importa si pululan a nuestro alrededor los “Ipods,
Ipads, Iphones” y toda la tecnología más tentadora; voy a seguir mi camino de
meditación y silencio, aun cuando el mundo y sus presiones opinen lo contrario.
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