Estoy parado frente al mar. Observo
como las olas van y vienen en un movimento misterioso. Después de algún tiempo,
mirando el inmenso océano azul y enigmático, me hago una pregunta: ¿Cómo es mi vida si la comparo con el mar?
Respondo: No temo al misterio, no temo las olas
amenazadoras pues ellas pueden llevarme hasta abajo, pero también pueden
lanzarme hacia arriba.
La placidez del mar tranquilo es mi antídoto contra
los ruidos inexpresivos del mundo. La inmensidad del mar es el lugar de mis
pensamientos más profundos y su profundidad oscura es el lugar donde reposan
todas mis experiencias productivas o no, buenas o no, trascendentes o no.
Por fin, tanto el mar como yo tenemos nuestros
propios enigmas, nuestros sentimientos más secretos, nuestras miradas furtivas,
nuestras sonrisas pregonadas al viento.
El mar y yo. Frente a frente. Sin nada más que el
supremo deleite de estar vivo y formar juntos, parte de la madre naturaleza.
El poeta español Don Manuel Machado (1874-1947),
hermano de Antonio Machado, escribió:
“Que
las olas del mar
me lleven y
traigan
y nunca me
obliguen
el camino a elegir”
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