sábado, 25 de fevereiro de 2012
EL SUEÑO DE PERSEO
Londres brillaba en esta mañana de verano.
Eddy desembarcó en la Terminal 1 de Heathrow alrededor del mediodía. Cogió un taxi y se dirigió directamente a Chelsea. Los bosquecillos que acompañaban a la avenida del aeropuerto a la ciudad estaban con aquel característico color gris claro, pero las ramas seguían verdes.
El taxi cogió la carretera A 40 pasando por Cranford y Heston y allí se dirigió a la western A 4 M. Poco más de media hora ya estaban en la calle Holland y Warwick Road y finalmente a la King’s Road.
Eddy notó que la famosa avenida tenía una afluencia excepcional como ocurría en todos los sábados de verano. En la década de 60 y 70 era el centro elegante de Londres con muchas tiendas de moda, y aún conservaba el ritmo del comercio activo de la ciudad. Eddy observó desde la ventanilla del coche, como las tiendas exhibían los maniquíes de moda, una panadería aquí, un pub allí, y algunos chicos que tomando helado acompañado de sus padres, caminaban tranquilamente por la acera. Notó que mucha gente, la mayoría joven buscaban artículos de última moda. Pasaron frente a la famosa Pheasantry, un magnífico edificio datado en 1881, con sus columnas y estatuas. Había sido construido como fachada de una tienda de
muebles, pero hoy es un restaurante moderno. Luego fueron pasando frente a tiendas de anticuarios, famosas por sus antigüedades.
Así llegaron a la Smith Street con sus casas pintadas de fuertes colores, todas bien cuidadas exhibiendo una placidez increíble.
Eddy bajó frente a una casa de color azul y puerta blanca en forma de arco, en el número 159, su residencia londinense.
Él había vivido en esa casa en sus años de adolescencia, cuando estudiaba en el colegio Saint Martins in the Fields. Le pareció que nada había cambiado desde entonces. Abrió los portones de hierro y observó las planteras cuidadosamente dispuestas y entró en la casa.
“La casita de Chelsea” no hacia justicia a su nombre. Tenía de todo, menos de pequeña. Esta residencia había pertenecido a la bisabuela de Eddy que la adquirió en compra en 1946 en plena post guerra.
Tenía tres niveles: subsuelo, planta baja y primer piso. En la entrada principal podía verse una escalera de granito que conducía al subsuelo. Allí estaba la cocina, que era muy grande, la despensa, el lavadero, el antiguo dormitorio de empleados transformado en bodega por el padre de Eddy y un jardín pequeño poblado de plantas y flores.
En tiempos de la Honorable Lady Alexandra – la recordada Granny – el jardín era abierto, pero en la reforma hecha por Don Eduardo en 2001, fue cubierto por un techo de vidrio que le daba un aire de orquidiario.
En la planta baja, nivel de la calle, se encontraba un amplio salón-comedor cuyas paredes estaban pintadas por un azul muy claro, casi turquesa, las cortinas eran de color beige floridas y los muebles casi en su mayoría estilo chippendale. Los muebles eran originales de la casa, como en los tiempos de la Granny. Los cuadros también. Tres grandes cuadros de escenas campestres ingleses dominaban una pared. En la entrada del pequeño hall había una consola estilo provenzal. Amplios y pequeños retratos de familia abundaban en cada rincón del recinto.
En el extremo derecho un pequeño corredor daba a un despacho, antigua biblioteca familiar y al dormitorio de huéspedes conocido como el “Cuarto azul” por el color de sus paredes, un azul oscuro.
El final del pasillo daba a una pequeña sala de estar, donde la familia acostumbraba ver alguna película en DVD después de la cena.
En la parte derecha del salón emergían dos escaleras blancas de mármol. Una llevaba al subsuelo y consecuentemente a la cocina y la otra llevaba al primer piso de la casa. Allí estaban las habitaciones de familia. Cuatro dormitorios y una pequeña sala completaban este recinto. El dormitorio
principal con suite era ocupado por los padres de Eddy, seguido de otros tres dormitorios más pequeños y una graciosa sala de color verde claro. El largo corredor terminaba en una puerta que daba a un balcón exactamente encima del techo de vidrio del jardín desde el cual se podía ver a lo lejos, las torres del Chelsea Royal Hospital.
EXTRAÍDO DE "EL SUEÑO DE PERSEO" CAPÍTULO I
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