quarta-feira, 8 de fevereiro de 2012

REMINISCENCIAS DE AMOR VERDADERO(VI)

LAS HUELLAS DEL TIEMPO

Los pasos lentos y algo cansinos se escuchaban en la entrada de la gran residencia rural. Afuera, la brisa primaveral y el sol radiante daban un espectáculo a parte al jardín y al lago que se veía al fondo.
Alexis abrió lentamente la pesada puerta de madera semicircular y entró en la sala de música. Todo parecía estar como hacía años. El viejo piano de cola cubierto por una sábana blanca, parecía esperar perenne por sus largos y nerviosos dedos, su elegancia al exprimir la magia de las notas musicales y su talento para llenar el ambiente con la exquisitez de una melodía. Alexis se acercó y abrió el piano. Todo estaba allí, su pasado y su presente, sus sueños, sus ilusiones e incluso el futuro incierto de su vida.
Se sentó frente al piano y parecía no tener la más mínima fuerza para tocar sus teclas de marfil. Cerró los ojos y sintió una suave brisa que le refrescó la cara. Sus ojos azules empezaron a soñar y entonces….y entonces el pasado, su esplendoroso y dorado pasado, volvía a cobrar vida a través de las imágenes de su corazón y de su mente.
La puerta se abría y aparecía Sasha, con su elegante uniforme de húsar y su sonrisa encantadora. Un baile encantador en el salón de al lado, donde la adorada Maia era la anfitriona más perfecta que el Imperio había visto. Todos los amigos y primos queridos, con sus sonrisas de satisfacción, parecían darle la bienvenida. Allí mismo, se vio a sí mismo sentado en el piano y tocando una pequeña y grácil sinfonía. El sonido de la música invadía todo el salón y era aprobado por todos los presentes.
Mamá Alejandra sonriendo al lado de Papá. Los primos ingleses, Georgie y Lizzy, con una copa de champán en las manos, las elevaban mientras sonreían satisfechos. Todo estaba en armonía, todo parecía un cuento de hadas.
Allí, exactamente allí, se vio en el alféizar de la ventana observando la palidez de la tarde otoñal, después, podía verse paseando en el lago con el querido y amado Sasha, a veces en un pequeño bote, en una mañana soleada de verano.
Cuantos recuerdos maravillosos y cuantas memorias que el tiempo se los llevó y que ha dejado huellas en sus ojos azules, en las cámaras más secretas de su conciencia y en las arrugas verdaderas de sus manos.
Abrió los ojos y allí estaba él, frente al piano, observando sus teclas. Sus manos estaban cansadas, su mirada lejana. Si pudiese, como por un milagro, traer el pasado y mezclarlo con el presente. Si otease el horizonte y vislumbrase lo que el futuro le traía, todo sería distinto. Pero, eso no podía.
Se limitó a observar los árboles del jardín y el suave murmullo de las hojas. La primavera estaba en apogeo. El colorido de las flores y el verde de las plantas que rodeaban esa casa tan amada, ya no le proporcionaban el mismo placer de antes. Él sólo esperaba reunirse, en la eternidad, con aquellos seres que poblaron su pasado y que engalanaron sus sueños.
Las huellas del pasado, de aquellos tiempos áureos, parecían cada vez más efímeros. Parecían desaparecer lentamente ante sus melancólicos ojos azules. Lo que vendría ahora, pertenecía a lo incógnito y a lo misterioso de la vida.

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