JUICIOS HUMANOS
Casi
siempre cuando hacemos un juicio de valor sobre nuestros semejantes nos
alejamos de la verdad. Es difícil juzgar con honestidad y sobretodo, juzgar con
veracidad. No debemos hacer juicios inamovibles sobre las personas basadas en
una actuación externa. A pesar de nuestros titubeos y flaquezas, podemos ser
buenos instrumentos del Señor si somos humildes y esto nos servirá a tener un
cuidado especial para no juzgar – impetuosamente –, a los demás.
Las
personas pueden cambiar y, cuando tenemos que juzgarlas por sus actitudes
externas – las intenciones sólo Dios las conoce – nunca debemos hacer juicios
impenetrables e inamovibles sobre ellas.
El Señor
nos quiere como somos, también con nuestros defectos cuando luchamos para
superarlos y, para cambiarnos, cuenta con la gracia y con el tiempo. Ante los
defectos de quienes nos rodean – a veces evidentes, innegables – no debe faltar
nunca la caridad que mueve la comprensión y a la ayuda.
Llegará un
momento en que las heridas serán olvidadas. A lo mejor muchas cosas que nos han
entristecido en este día o en estos últimos tiempos van a ser olvidadas.
Tenemos defectos, ¡pero podemos querernos!, “porque somos hermanos, porque
Cristo nos quiere de verdad…como somos”. Esta es la razón fundamental. Cristo
no quiere nuestros defectos, pero nos quiere a nosotros, aunque tenemos muchos.
Que no nos distancien los defectos de aquellos con quienes convivimos, con
quienes cada día nos encontramos en la oficina, en la Universidad, en cualquier
lugar de trabajo.
Esta es la
base de nuestra caridad cristiana.
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