En este fin
de semana, Su Majestad la Reina de Gran Bretaña, Elizabeth II celebra con toda
pompa su jubileo de Diamante. Hacía 60 años que la jovencísima princesa
ascendía al trono británico tras la muerte de su padre, el Rey George VI.
Entre las
brumas del tiempo, hacemos una comparación con la grandiosa celebración del
primer jubileo de Diamante de un soberano británico en toda su historia: el 22
de junio de 1897, Su Majestad Real e Imperial Victoria I, Emperatriz de la
India, unificaba al gran Imperio Británico – donde el sol nunca se ponía- a
festejar también este magno acontecimiento.
Y es que la
diferencia ha sido siempre bien clara y las épocas históricas también. A pesar
de ser popular y mantener el prestigio de la monarquía intactas en todos estos
años de reinado, Elizabeth II ha visto el Imperio Británico disminuir
progresivamente; su corona ser contestada, pero sin perder la flema. El Imperio
se ha derrumbado y de él sobran 26 países que forman la actual COMMONWEALTH, o
la Comunidad Británica de Naciones, donde la Reina es Jefe de Estado.
Hacia 1897,
no existía en todo el Imperio una persona más admirada que la reina Victoria.,
la monarca que había protagonizado el reinado más largo de la historia inglesa.
Había alcanzado la cumbre de su popularidad, como lo demostraron a los ojos de
todos, las celebraciones de su sexagésimo año en el trono. Un desfile asombroso
la aclamó y por inferencia rindió homenaje al Imperio Británico. Una procesión
realizada en un carruaje abierto la llevó desde Westminster a la Catedral de
St.Paul y después a los distritos más pobres que se extendían al sur del
Támesis.
Símbolo
viviente de la Madre Patria, a quien rendían homenaje los primeros ministros de
las colonias y sus ciudadanos, los fuegos artificiales, las fiestas, los
desfiles y los servicios religiosos desbordaron los calendarios locales de todo el mundo durante varias semanas.
Las
celebraciones del Jubileo de Diamante, subrayó más que nunca la existencia del
Imperio Británico, el más dilatado y rico que el mundo hubiese visto jamás, y
que continuó ampliándose.
Tal vez
esta sea la diferencia con el actual jubileo de Diamante de Elizabeth II. Así
como su tatarabuela Victoria, la actual soberana, de 86 años , llega a sus “Bodas de Diamante” con
una popularidad considerable para un soberano. Y es que en Gran Bretaña, uno de
los pilares para la popularidad de una figura pública es la edad. Llegar al
poder y mantenerse a una edad avanzada es, sin dudas, un gran logro.
En el caso
de la reina, ha cumplido con su deber en forma intachable por estos sesenta
extraordinarios años. Ella vio cómo la sociedad británica ha cambiado en la
post guerra, y como la revolución social de la segunda mitad del siglo XX
cambió por completo la faz de la familia inglesa. Pero ella se mantuvo firme,
siendo el eslabón de la cadena que mantiene el pasado con el presente y el
futuro. Su abnegación, su fidelidad, su sentido del deber – a semejanza de
Victoria –, la colocaron en la cumbre más alta de la institución monárquica.
En
realidad, la constitución británica ha garantizado que el Soberano carezca de
poder político directo. Pero su autoridad es formidable. Por ejemplo, tiene el
derecho de exigir que se la consulte en relación con todos y cada uno de los
ministros del gobierno y de aconsejar y prevenirlos en la medida de sus deseos.
Tiene el derecho de invitar a cualquier miembro del Parlamente (la reina lo ha
hecho dos veces durante su reinado)a formar gobierno y a convocar y disolver el
propio Parlamento. En ciertas circunstancias, puede invocar la prerrogativa
real y declarar el estado de emergencia. También puede movilizar una milicia o
mandar las fuerzas armadas existentes, pues todos los hombres en servicio juran
fidelidad personalmente a la Reina, no al país.
Pero hay
otros elementos de su poder, y pertenecen a un género que se manifiesta sólo
por el hecho de su cuna. Elizabeth Alexandra Mary Windsor es “SU MAJESTAD”. Es
el tipo de poder que deriva de la influencia social. Su posición en la cumbre
de la sociedad subraya y refuerza a la aristocracia y perpetua las distinciones
de clase en Gran Bretaña. Por consiguiente, la Reina es la expresión viviente
de un sistema esencialmente antidemocrático.
Elizabeth
II reina durante sesenta años con doce primeros ministros. Con la muerte de su
padre George VI, el 6 de febrero de 1952, su premier había sido el héroe de la
Segunda Gran Guerra, Sir Winston Churchill (1952-1955). Ella lo consideraba
como su segundo padre y su maestro en los “meandros de la política
internacional”.
Después de
Churchill, llegó Sir Anthony Eden (1955-1957). Durante su gobierno, Inglaterra
perdió el control del canal de Suez.
Harold
Macmillan (1957-1963) fue el tercero, siendo sustituido por Sir Arthur Douglas-Home (1963- 1964); el
laborista Harold Wilson (1963- 1970) fue el quinto, seguido de Edward Head
(1970-1974); Harold Wilson volvió al poder de 1974 a 1976. James Callagham, del
Partido Conservador ejerció el poder de 1976 a 1979, siendo sustituido por
Margareth Thatcher (1979-1990) primera mujer a ejercer el cargo. John Major
ocupó el lugar de Thatcher de 1990 a 1997, seguido de Tony Blair (1997-2007),
Gordon Brown (2007-2010) y, finalmente David Cameron, el actual premier de la
Reina en el poder desde 2010.
Cuando
cumplió 21 años, la entonces Princesa Heredera había hecho una alocución radial
por la BBC transmitida a todo el imperio. Desde un jardín en la lejana Sudáfrica,
la joven hizo un juramento: “Declaro ante todos ustedes, que toda mi vida, sea
corta o larga, estará al servició de la Nación y de esta gran familia imperial
a la que todos pertenecemos”.
Hasta hoy,
Su Majestad Británica ha cumplido a cabalidad este juramento.