sexta-feira, 1 de junho de 2012

DOS JUBILEOS DE DIAMANTE, DOS REINAS Y DOS ÉPOCAS HISTÓRICAS


En este fin de semana, Su Majestad la Reina de Gran Bretaña, Elizabeth II celebra con toda pompa su jubileo de Diamante. Hacía 60 años que la jovencísima princesa ascendía al trono británico tras la muerte de su padre, el Rey George VI.

Entre las brumas del tiempo, hacemos una comparación con la grandiosa celebración del primer jubileo de Diamante de un soberano británico en toda su historia: el 22 de junio de 1897, Su Majestad Real e Imperial Victoria I, Emperatriz de la India, unificaba al gran Imperio Británico – donde el sol nunca se ponía- a festejar también este magno acontecimiento.  

Y es que la diferencia ha sido siempre bien clara y las épocas históricas también. A pesar de ser popular y mantener el prestigio de la monarquía intactas en todos estos años de reinado, Elizabeth II ha visto el Imperio Británico disminuir progresivamente; su corona ser contestada, pero sin perder la flema. El Imperio se ha derrumbado y de él sobran 26 países que forman la actual COMMONWEALTH, o la Comunidad Británica de Naciones, donde la Reina es Jefe de Estado.

Hacia 1897, no existía en todo el Imperio una persona más admirada que la reina Victoria., la monarca que había protagonizado el reinado más largo de la historia inglesa. Había alcanzado la cumbre de su popularidad, como lo demostraron a los ojos de todos, las celebraciones de su sexagésimo año en el trono. Un desfile asombroso la aclamó y por inferencia rindió homenaje al Imperio Británico. Una procesión realizada en un carruaje abierto la llevó desde Westminster a la Catedral de St.Paul y después a los distritos más pobres que se extendían al sur del Támesis.

Símbolo viviente de la Madre Patria, a quien rendían homenaje los primeros ministros de las colonias y sus ciudadanos, los fuegos artificiales, las fiestas, los desfiles y los servicios religiosos desbordaron los calendarios locales  de todo el mundo durante varias semanas.

Las celebraciones del Jubileo de Diamante, subrayó más que nunca la existencia del Imperio Británico, el más dilatado y rico que el mundo hubiese visto jamás, y que continuó ampliándose.

Tal vez esta sea la diferencia con el actual jubileo de Diamante de Elizabeth II. Así como su tatarabuela Victoria, la actual soberana, de  86 años , llega a sus “Bodas de Diamante” con una popularidad considerable para un soberano. Y es que en Gran Bretaña, uno de los pilares para la popularidad de una figura pública es la edad. Llegar al poder y mantenerse a una edad avanzada es, sin dudas, un gran logro.

En el caso de la reina, ha cumplido con su deber en forma intachable por estos sesenta extraordinarios años. Ella vio cómo la sociedad británica ha cambiado en la post guerra, y como la revolución social de la segunda mitad del siglo XX cambió por completo la faz de la familia inglesa. Pero ella se mantuvo firme, siendo el eslabón de la cadena que mantiene el pasado con el presente y el futuro. Su abnegación, su fidelidad, su sentido del deber – a semejanza de Victoria –, la colocaron en la cumbre más alta de la institución monárquica.

En realidad, la constitución británica ha garantizado que el Soberano carezca de poder político directo. Pero su autoridad es formidable. Por ejemplo, tiene el derecho de exigir que se la consulte en relación con todos y cada uno de los ministros del gobierno y de aconsejar y prevenirlos en la medida de sus deseos. Tiene el derecho de invitar a cualquier miembro del Parlamente (la reina lo ha hecho dos veces durante su reinado)a formar gobierno y a convocar y disolver el propio Parlamento. En ciertas circunstancias, puede invocar la prerrogativa real y declarar el estado de emergencia. También puede movilizar una milicia o mandar las fuerzas armadas existentes, pues todos los hombres en servicio juran fidelidad personalmente a la Reina, no al país.

Pero hay otros elementos de su poder, y pertenecen a un género que se manifiesta sólo por el hecho de su cuna. Elizabeth Alexandra Mary Windsor es “SU MAJESTAD”. Es el tipo de poder que deriva de la influencia social. Su posición en la cumbre de la sociedad subraya y refuerza a la aristocracia y perpetua las distinciones de clase en Gran Bretaña. Por consiguiente, la Reina es la expresión viviente de un sistema esencialmente antidemocrático.

Elizabeth II reina durante sesenta años con doce primeros ministros. Con la muerte de su padre George VI, el 6 de febrero de 1952, su premier había sido el héroe de la Segunda Gran Guerra, Sir Winston Churchill (1952-1955). Ella lo consideraba como su segundo padre y su maestro en los “meandros de la política internacional”.

Después de Churchill, llegó Sir Anthony Eden (1955-1957). Durante su gobierno, Inglaterra perdió el control del canal de Suez.

Harold Macmillan (1957-1963) fue el tercero, siendo sustituido por  Sir Arthur Douglas-Home (1963- 1964); el laborista Harold Wilson (1963- 1970) fue el quinto, seguido de Edward Head (1970-1974); Harold Wilson volvió al poder de 1974 a 1976. James Callagham, del Partido Conservador ejerció el poder de 1976 a 1979, siendo sustituido por Margareth Thatcher (1979-1990) primera mujer a ejercer el cargo. John Major ocupó el lugar de Thatcher de 1990 a 1997, seguido de Tony Blair (1997-2007), Gordon Brown (2007-2010) y, finalmente David Cameron, el actual premier de la Reina en el poder desde 2010.

Cuando cumplió 21 años, la entonces Princesa Heredera había hecho una alocución radial por la BBC transmitida a todo el imperio. Desde un jardín en la lejana Sudáfrica, la joven hizo un juramento: “Declaro ante todos ustedes, que toda mi vida, sea corta o larga, estará al servició de la Nación y de esta gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

Hasta hoy, Su Majestad Británica ha cumplido a cabalidad este juramento.

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