domingo, 20 de abril de 2014

NOCHE DE PASCUAS



La noche está silenciosa y algo mustia. No parecía que era la noche de Pascuas, la noche en que no debería haber tinieblas, sólo luz y paz. La paz es una realidad tan efímera cuanto la sensación de estar vivo, o la sensación de medio muerto. Pero la paz es algo que se siente, se vive, no es una quimera. Hay algo de esa paz esta noche, esta noche de pascuas. Afuera, las luces de la gran ciudad parecen no darse cuenta de que esta noche es noche de pascuas. Quizá la muchedumbre alborotada por tantos días de feriado, estén aprovechando las juergas, las chanzas entre amigos, en fin, aprovechando lo que puede llamarse:  la juventud. Pero esta noche es noche de pascuas y es un momento de reflexión sobre el presente, el pasado y el incognito futuro.
Es posible meditar sobre cuestiones de fe, pero también sobre cuestiones de vida, a fin de cuentas las pascuas de resurrección son modelos de renacimiento de vida, de volver a recriar la vida, de volver a salir de la oscuridad de las sombras de las incertidumbres y ver la luz de la verdad. Esa luz es, de cierta forma, aquello que uno lleva dentro, bien en el fondo del alma. Desde la mirada tierna de mi infancia, de aquellas pascuas de mi infancia, cuando no existía la costumbre de regalarse huevos de chocolate, cuando esta fecha era solamente una celebración mayor de alegría, hasta el presente silencioso y algo acomodado, presente lleno de sensaciones extrañas, en que la vida parece dormitar y a veces caer en un estado de sopor y de tibieza que es escalofriante. Pero, esta noche de pascuas también es noche de esperanzas. Esperanza en volver a sentir los efluvios de una inspiración divina, de volver a escribir sobre lo más profundo de mi alma, de descubrir secretos y misterios que son afines a mi propia existencia y de llevar esas esperanzas hacia el futuro. Puedo, casi tener la seguridad de que estoy oteando el horizonte de mi vida y ver, algo diferente de lo que estoy viviendo ahora.
Son disquisiciones fundamentales de hacerse en algún momento de la vida, y quiero aprovechar esta noche de alegría para poder hacerlas de la mejor forma posible.
Desde el albor de la vida hasta el ocaso, el hombre ha dado importancia a los rituales de su existencia. Estos rituales dan sentido a la vida, y la hacen más atractivas. Es maravilloso participar de una Vigilia Pascual y sentir los efluvios espirituales de luz y de amor, algo propios para la pascua del Señor. Los rituales tienen la misión de dar un “plus” a nuestra existencia, una especie de color y decorativos que nos hacen sentir bien. Pero, por otro lado también siento que los rituales ejercen una especie de magia que dan sentido intrínseco a lo que se vive. Por ello, soy ritualista. No me gusta pasar mi existencia en medio de superficialidades, de que un día es igual al otro, de que los días son iguales, de que nos levantamos, trabajamos, comemos y volvemos a dormir como autómatas. No, de ninguna manera quiero ser un ser humano trivial y carente de importancia. Quiero ser un ser humano singular y único, un pedazo viviente en el universo, un haz de posibilidades y capaz de ejercer toda su potencialidad hacia el infinito. Cuestiones que sólo son posibles analizar en una noche de pascuas de resurrección, cuando la VIDA misma adquiere su total sentido.

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