segunda-feira, 24 de novembro de 2014

UNA MIRADA DE FE



LA SOMBRA DE CRISTO

Cuantas veces estamos en un mismo lugar, viendo las mismas cosas alrededor, las mismas personas, la misma luz, la misma sombra. Raras veces nos detenemos a pensar lo que estamos haciendo, viendo o escuchando. Cuantas veces he estado sentado como un autómata repitiendo los mismos gestos inútiles aparentemente vitales. Cuantas veces he dicho lo mismo, pensado lo mismo, actuado de la misma forma.
Pues bien, hoy no ha sido uno de esos momentos. Porque, como en medio de un estado de gracia, me encontré contemplando la sombra de Cristo. En medio de la liturgia de la Misa de Cristo Rey, y frente al enorme crucifijo colgado en el altar, he visto la sombra de cristo crucificado en la bóveda blanca y diáfana del templo. Esa sombra es una metáfora elocuente de cómo, tantas veces, nos apartamos del Señor. No dejamos que Cristo sea nuestro amigo, nuestro aliado, nuestro guía. Lo dejamos de lado, no lo pensamos, no lo buscamos. Vivimos al margen de su sombra, de su existencia, y sin embargo, Él está ahí, al alcance de la mano, y cuando lo necesitemos. Él está tan cerca que hasta lo podemos sentir, tocar con el alma. Entonces, por qué te dejo de lado, Jesús mío?
Recuerdo un poema de mi niñez que decía algo así como:

“¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
  ¿Qué es lo que se te ocurre, Jesús mío,
  que a mi puerta cubierta de rocío,
  pasas las noches del invierno a oscuras?”

¿Cuántas veces hemos visto su sombra alrededor nuestro, de nuestra vida, de nuestro quehacer doméstico, de nuestra rutina, y no lo dejamos entrar?. ¿Qué es nuestra vida sin ÉL, sino un incesante proceso vacío de existencia? ¿Qué es la vida sin Cristo, sin su sombra?
Alocado brego en medio de la vida, muchas veces soportando infortunios, desazones, decepciones, desilusiones. Y, sin embargo, estoy mucho más cerca de la fuente de agua viva de lo que he imaginado. Basta sólo mirar con los ojos de la humildad a mi alrededor y ahí está, queriendo mi compañía.
“Oh, Jesús mío, que no se embote mi vista por mis egoísmos y mi vanidad, por mi orgullo y mis pecados. Que pueda verte, Señor, y tenerte siempre a mi lado. Que tu sombra me acompañe todos los días de mi vida, para que así yo pueda así, descansar mi alma sobre tu sombra en medio de este desierto árido, que muchas veces, es mi vida.”

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