Hoy
celebramos una de las más importantes fiestas de la cristiandad, un misterio
inagotable de amor divino, de amor maternal, un misterio lleno de grandes
esperanzas para todos los hombres: la Purísima Concepción de la Madre de Dios.
María es la
estrella del mar, la estrella de la mañana y la causa de nuestra alegría.
Rememorando las palabras del beatísimo Papa Juan Pablo II, “Con María de la
mano, nunca estaremos tristes, porque sólo ella conoce el verdadero camino que
conduce a su divino hijo”, y ciertamente, el nacimiento de la Virgen fue la
primera señal de que la Redención estaba ya próxima. La aparición de Nuestra
Señora en el mundo es como la llegada de la aurora que precede a la luz de la
salvación.
“..Y me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha
hecho cosas grandes por mí, el que es Todopoderoso”,
decía la Santísima Virgen a su prima Santa Isabel en el Magnificat. En esta oración sublime del evangelio de San Lucas,
podemos deducir, sin dudas, que la Madre de Jesús y Nuestra Madre, es la
primera señal de esperanza que encuentra la humanidad en su paso por este
mundo. La solemnidad de su Concepción Inmaculada - es decir, sin mancha de
pecado original – es una de las muestras más latentes de la misericordia divina
para con nosotros.
¡Bendito sea el dulce nombre de María, Virgen y Madre y, bendita sea
su Santa e Inmaculada Concepción!
Nenhum comentário:
Postar um comentário