quinta-feira, 28 de julho de 2011
EL AMANECER, LA CIUDAD Y YO
En los plácidos momentos del albor de un nuevo día, la ciudad iridiscente y tranquila, se desperezaba suavemente bajo la pálida luz de la luna nueva. Era más una mañana fría de invierno. Mis pensamientos parecían flotar sobre las ondas de un mar inmóvil. La Ciudad y yo. Ambos nos preparábamos – sin querer-, para más una jornada vital de nuestra existencia. La vida y sus bemoles, nos abría su abanico de posibilidades como siempre lo hacía. Más un misterio de la vida, pensé y bebí un sorbo complaciente de café matutino.
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