Al
promediar el fin de una tarde calurosa de diciembre, la copiosa lluvia se abalanzó
sobre la ciudad. El cielo ennegrecido de casi estío, provocó en mí sentimientos
desencontrados
A
veces, es necesario observar cómo la lluvia parece un raudal de emociones que
todo lo transforma. La ciudad queda sumida bajo el manto grisáceo de las nubes
pesadas de agua y la lluvia moja y lava nuestra vida por doquier.
La
gente corre para protegerse de ella, los paraguas multicolores engalanan las
calles, el tráfico empeora a cada momento, y la tarde tiende a sumirse en el
caos, algo tan típico en la gran ciudad.
Todo
se detiene por un instante, las inspiraciones, los pensamientos, las
sensaciones. Incluso el recuerdo de la película que vi hacia tan solo pocas
horas. Esta es la consecuencia de vivir, por un breve lapso, el frescor de la
lluvia de diciembre.
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