Los últimos
estertores del verano 2012-13 nos ofrecen días lluviosos y frescos. En vísperas
del equinoccio de otoño (austral) y en las puertas de las Pascuas, estas últimas
semanas de estío fueron más que sorprendentes.
La elección
del nuevo Pontífice de la Iglesia Católica ha demostrado al mundo que, en
materia de sobrevivencia, la más importante institución cristiana del mundo, da
más una vez, una lección histórica de sabiduría.
El nuevo
Papa Francisco, de origen latinoamericano, tiene como desafío más importante
recuperar el rebaño perdido a través de un nuevo proceso de evangelización; de
reestructurar el respeto y la autoridad de la Curia romana y de limpiar a la Iglesia
de los vestigios de corrupción e inmoralidad la cual estuvo sumergida en los
últimos años del papado de Benedicto XVI. Históricamente, la nave de Pedro ha
enfrentado graves tormentas y ha salido victoriosa.
La muerte
del Presidente Chávez de Venezuela, a causa de un cáncer, también ha sido un
acontecimiento político importante. Ahora nos resta saber cómo la herencia
Chavista en ese país (sumergido al borde de una grave crisis económica),
continuará sin su líder nato.
Las
dificultades económicas de Europa parecen no tener fin. El fuego abrasador – y devorador-
de las esperanzas de salir de la crisis del Euro, parece adquirir tonos
amenazadores, como aquellos que consumen los “ninots” de las Fallas de
Valencia.
La renuncia
(histórica) de un Papa tras 600 años, la muerte del Presidente Chávez, la
crisis europea y el advenimiento de un nuevo Papado, parecen ser la tónica
preponderante de este verano que se va. Es así como la Tierra gira, y es así
como la humanidad continua su largo y misterioso caminar por los senderos de su
propia historia.
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