En sus CONFESIONES, Agustín de Hipona, Obispo
y doctor de la Iglesia había escrito la sentencia más famosa y conocida de su
vida y de su obra: “Nos hiciste Señor para quererte, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en tí”. Con esta frase, el Santo de Hipona que ha
dejado una huella indeleble a través de su vida y obra a la vida de la Iglesia,
ha querido confirmar que, sin la presencia de Dios en el alma del hombre, su
alma no se completa.
El amor a la verdad siempre estuvo en el alma
de Agustín. Su vida como intelectual, estuvo siempre en la busca perenne por la
existencia de Dios. Durante años se planteaba cuestiones equivocadas entre
razón y fe. Al encontrar, finalmente la verdad con la ayuda de la gracia que su
madre imploro constantemente llegó a convencerse de que sólo en la Iglesia encontraría
la verdad y la paz para su alma. Comprendió que fe y razón están destinadas a
ayudarse mutuamente para conducir al hombre al conocimiento de la verdad, y que
cada una tiene su propio campo.
Vivimos en una época de profundo racionalismo
y de crisis espiritual. Eso tiene muchas causas y una de ellas es el hedonismo
y la corrupción moral de la sociedad cristiana y atea en todos los continentes
de la tierra. Esto trae como consecuencia esa grave crisis de conciencia, la
falta de apoyo moral en el seno de la familia que mina los cimentos de la sociedad
Cristiana, la propaganda excesiva de los avances tecnológicos, que no son malos
en esencia, pero sí lo son cuando se los coloca en una posición incuestionable
de superioridad y dependencia.
“Buscad a Dios, y vivirá vuestra alma.
Salgamos a su encuentro para alcanzarle, y busquémosle después de hallarlo.
Para que le busquemos, se oculta, y para que sigamos indagando, aun después de
hallarle, es inmenso. Él llena los deseos según la capacidad del que
investiga.”
Ésta fue la vida de San Agustín: una continua
búsqueda de Dios; y ésta ha de ser la nuestra. Cuanto más le encontremos y le
poseamos, mayor será nuestra capacidad para seguir creciendo en su amor.
San Agustín nació en Tagaste (África) el año
354. Después de una juventud azarosa se convirtió a los 33 años en Milán, donde
fue bautizado por el Obispo San Ambrosio. Vuelto a su patria y elegido Obispo
de Hipona, desarrolló una enorme actividad a través de la predicación y de sus
escritos doctrinales en defensa de la fe. Durante treinta y cuatro años, en los
que estuvo al frente de su grey, fue un modelo de servicio para todos y ejerció
una continua catequesis oral y escrita, Es uno de los grandes Doctores de la
Iglesia. Murió mártir, el 28 de agosto de 430.