Hoy es el
primer domingo de adviento, en que la liturgia nos presenta como tiempo de
preparación y espera para el advenimiento del Mesías, de Jesús Niño, que se ha
rebajado a la condición humana para redimirnos.
El adviento
es como un largo camino en la oscuridad, en que el peregrino (nosotros mismos)
camina y ve a lo lejos una pequeña luz que le indica el trayecto por donde
transcurrir para llegar a aquel lugar planeado. El peregrino sigue la luz
porque sabe que en algún momento llegará a destino. Así es el adviento, el
tiempo también llamado de esperanza, esperanza en la redención, que a través de
la gran misericordia divina, el Dios hecho hombre nacerá, una vez más en
nuestros corazones para darnos la alegría y la paz.
El
evangelio de la Misa nos dice: “Estad vigilantes” porque pronto llegará la luz
de la verdad, del amor y de la verdadera misericordia. Es el tiempo de
anunciar, con gran felicidad, y proclamarlo con gran voz que el Señor llegará
pronto, con esa luz que procede de Belén.
Es también
tiempo de Amor, porque sólo el verdadero amor ve con creces, lo que ha de
venir. Es tiempo de esperanza porque es la virtud que se renueva por el
combustible de la fe, la fe cierta e inconmovible en la eternidad, en el único
camino que nos lleva a ella: Jesucristo.
En estas
semanas que anteceden a la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor,
mantengamos el estado de vigilia para luchar – con ojos puestos – en las cosas
que nos alejan del verdadero Amor de Cristo, las cosas de la tierra. En este
tiempo, no vamos a dejar que se ofusquen nuestros corazones con la glotonería y
la embriaguez y los cuidados de la vida, y perder de vista así la dimensión
sobrenatural que deben tener todos nuestros actos.
Salgamos
con el corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no
tardará.
Santa
María, Esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento.
Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo, que es el Mesías.
Todos nuestros pensamientos de peregrinos pasajeros en la tierra nos conducen
hacia Belén, hacia la estrella que guiará nuestros pasos con alegría, con Fe,
con Amor y con Esperanza.
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