segunda-feira, 21 de novembro de 2011

EL SUEÑO DE PERSEO

Lo que le llamó la atención era la topografía del lugar. Llena de rocas, incluso en la playa. Sólo un pequeño banco de arena indicaba que se podía llegar hasta allí con tranquilidad. Descendió del coche y contempló las olas chocarse violentamente contra las grandes rocas. Dejó el coche y vio un sendero que conducía a la playa....Una escalera de piedras! Le recordó el sueño. Y empezó a bajar hasta la playa. Desde el lugar podía verse la casita de color blanco, el chalet , solitario en medio del peñasco. Pensó que la casa debía tener una magnífica vista del mar y de la playa.


Un encuentro
entre el mar y yo
Dos seres, dos sueños
Misterios y sufrimientos.


Continuó su sendero, pasando por piedras, algunos helechos y otras plantas que no pudo identificar. La brisa salina del mar era reconfortante.
Después de unos minutos de recorrido, llegó hasta una gran piedra, desde donde pudo contemplar mejor el paisaje. La playa, allá abajo, estaba solitaria, no había una sola alma. Mejor aún, pensó. Explorar una playa solitaria era mucho más reconfortante que una superpoblada.
Caminó algunos metros y llegó hasta la playa. Las olas estaban un poco bravías y el choque con las grandes piedras hacia un ruido estrepitoso...
Eddy empezó a pasear por la playa desierta. Los pensamientos iban y venían a su mente como torbellinos, como ráfagas de viento.
Vio algunas conchitas de mar y recogió algunas. Ya se había descalzado y sentía el agua fría por entre los pies. Aún en verano, el agua del mar de


Cornualles era fría. Sin embargo, el sol estaba calentando y tuvo que quitarse el fino jersey que llevaba puesto. Lo colocó en el cuello y siguió caminando.
La marea estaba baja dejaba una faja de arena dura y limpia, dividida por una línea estrecha de espuma blanca. Le gustó la playa... Era una playa desierta.
En el horizonte a lo lejos, había una formación rocosa incrustada de conchas y algas y sobre ella las gaviotas posaban ocasionalmente gritando y luchando por alguna presa. Poco después buscó una roca y se sentó en ella para contemplar mejor el paisaje.
Pocas veces en su vida se había sentido así. Estaba completamente solo, pero no se sentía solo. Sentía una paz indescriptible, algo como si estuviera fuera de si, lejos de todo y de todos, sólo, con sus pensamientos.
Se sintió pleno, lleno de vida. Sentía la luz solar besando su rostro y su cuerpo. Qué sensación maravillosa! Se sentía maravillosamente bien.

(Extraído de EL SUEÑO DE PERSEO, Capítulo III "CORNUALLES")

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