Hay momentos en la vida en que estamos “conscientes” de nuestra propia existencia. La vida, entonces, adquiere todo un potencial de emociones y sensaciones que exigen, en varias ocasiones, una mirada sagaz y profunda hacia los grandes misterios que la envuelven.
Hay momentos en que ser “observadores” nos ayuda a examinar y meditar sobre nuestra vida. Cuando somos ~observados” no tenemos la verdadera noción de este hecho. Lo cierto es que nuestra existencia nos lleva, muchas veces, hacia caminos increíbles e inverosímiles. El verdadero sentido de existir tiene sus bases en fundamentos, experiencias, emociones y afectos. Cuando estos elementos se encuentran en un enmarañado de dudas y confusiones, la existencia puede llegar a ser insoportable.
El hombre, como ser pensante, se encuentra ante estos dilemas. De cierta forma, son dilemas y disquisiciones inherentes a su propia humanidad. El simple hecho de vivir ya es un milagro, es la certeza más fuerte que nos rodea.
El pensamiento, unido a la voluntad, son armas poderosas para cambiar nuestra existencia. Pocos tienen la noción real de este fenómeno. Pero los que tienen, son capaces de realizar cambios sustanciales en sus vidas.
Existen, además, temas trascendentales como la muerte que provocan profundas discusiones en el ser humano. La noción de su propia limitación, es un tema que trasciende lo filosófico, lo religioso, lo metafísico.
Las grandes cuestiones de la existencia, bregan constantemente en nuestra mente. Esa lucha nos acompaña hasta el fin.
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