sexta-feira, 27 de abril de 2012

REMINISCENCIAS DE AMOR VERDADERO


MELODÍAS DEL PASADO

Alexis vio el viejo piano arropado por una densa sábana blanca que lo protegía del tiempo y del polvo. El tiempo transcurría deprisa a juzgar por la imagen que ofrecía. El polvo acumulado en la sábana mostraba, a ojos vistas, un panorama melancólico y desolador.
Alezey se acercó al viejo instrumento y en un santiamén, lo descubrió. Lo abrió y empezó a tocar una vieja melodía de Tchaikovsky, su compositor favorito.
Como en un milagro, las imágenes del pasado volvieron como espectros e invadieron el presente con una carga emocional increíble. Por un momento, recordó nítidamente el célebre concierto que el propio Tchaikovsky había ofrecido en su homenaje, en aquel célebre año de 1887 cuando cumplió treinta años.  Entre los numerosos invitados, la portentosa presencia de Alex dominaba el ambiente. Alex vestía un elegante traje azul oscuro, barba perfecta, ojos imperiales y una sonrisa de satisfacción como si fuera el hombre más feliz del mundo. Esa sonrisa lo había contagiado – recordó Alexis – y pensó que el tiempo se congelaría y que esa sensación debía ser guardada en los cofres secretos de su corazón.
Recordó además, las manos blancas y suaves del maestro. Pese a su mirada triste y su estado de casi agotamiento mental, Piotr Ilitch Tchaikovsky había aceptado complacido ofrecer aquel concierto privado para celebrar el cumpleaños de su gran amigo y mecenas, el  Príncipe Alexis Golitsyn.
No existía en suelo ruso, admiradores más frenéticos y poderosos que Su Majestad el Emperador y el Príncipe Golitsyn. Alejandro III era un monarca poderoso y absoluto que con mano de hierro, gobernaba el Imperio Ruso hacía seis años. Pero, por debajo de esa dura coraza de poder, amaba la música nacional y amaba la obra de Tchaikovsky por expresar, con absoluta sencillez, los valores más sublimes del alma rusa.
Para Alexis, sin embargo, la música del maestro ruso le proporcionaba la mayor satisfacción a su alma romántica.
Todo eso ahora era pasado; y un pasado lejano de casi treinta años. Tchaikovsky se había ido pero había dejado su obra monumental; Alex también había desaparecido, pero había dejado en su alma el recuerdo más hermoso de una amistad imperecedera.
Alexis cerró el viejo piano y al cubrirlo con la sábana casi amarilla del tiempo, se dirigió cabizbajo hacia la puerta donde le esperaba un nuevo futuro. Un futuro desconocido, tal vez algo amenazador, pero se cubrió de valor y avanzó hacia él con garbo y coraje; dos rasgos de su personalidad que nunca le habían abandonado.


Nenhum comentário:

Postar um comentário