En este
tiempo litúrgico del adviento, pido a Dios que me de la virtud de la PACIENCIA,
porque ella engendra cosas buenas, actitudes magnánimas y bondad de corazón.
La llamada
del adviento es una llamada de paciencia en la espera por la venida de Jesús
que, una vez más, nacerá en nuestros corazones.
La
paciencia es, además una solida base para la esperanza y la alegría con el que
debemos poner nuestro corazón al meditar los misterios de la Natividad de
Nuestro Señor Jesucristo.
Imitar la
paciencia de María, la “Ancilla Domini” (esclava del Señor) que, recogiéndose
en oración, esperó con humildad y paciencia los designios del Señor.
En este primer domingo de adviento, mi mente y mi corazón están
dirigidos a la virtud cardinal de la PACIENCIA.
Que con
ella pueda esperar suavemente el desvelo de este gran misterio de amor:
misterio de un Dios hecho hombre que se redujo a la condición humana para
redimirnos.
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