quarta-feira, 6 de janeiro de 2016

UNA MIRADA DE FE


SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR:

 LA FE ILUMINADA


El tiempo de Navidad llega a su fin con la gran fiesta de la Epifanía del Señor, o manifestación del poder y de la bondad de Dios a todos los pueblos del mundo.
El modelo y el ejemplo de los Reyes del Oriente que, cruzando caminos inhóspitos, lleno de peligros y dudas, no cejaron en su empeño de encontrar al Niño Dios, siguiendo a la estrella de Belén. Es el vivo ejemplo de la fe iluminada, es decir, aquella fe iluminada por la estrella divina que es la luz de Cristo, que acabó de nacer nuevamente en nuestros corazones.
Hoy, a los pasos de la fe seguimos viendo esa luz, esa estrella que es Jesús que nos ilumina – si así lo permitimos – el camino que debemos seguir para llegar hasta Él. Cada propósito que hacemos de seguirlo es como una luz pequeña que se enciende. El tiempo, la constancia, a pesar de las dificultades, el recomenzar una y otra vez, transforma lo que se inició como algo pequeño y titubeante en una gran luz: claridad para otros que también andan buscando a Cristo. Mientras los Magos estaban en Persia, no veían sino una estrella; pero cuando dejaron su patria, vieron al mismo Sol de justicia.
En la visita y adoración de los Magos, están representadas las gentes de toda lengua y nación que se ponen en camino, llamadas por Dios, para adorar a Jesús. Al llegar a Belén y encontrar al Niño en un pesebre, los Reyes Magos se postraron y le adoraron. Y nosotros también nos arrodillamos delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad y le ofrecemos nuestros presentes: el Oro, símbolo de la realeza, el oro fino del espíritu de desprendimiento y de los medios materiales; el Incienso, como símbolo de esperanza puesta en el Mesías, sacerdote eterno y la Mirra, porque Dios encarnado tomará sobre sí nuestras enfermedades y cargará con nuestros dolores.

La Epifanía nos recuerda que debemos poner todos los medios para que nuestros amigos, familiares y colegas se acerquen a Jesús. Y al terminar, pedidos a los Santos Reyes que nos enseñen el camino que lleva a Cristo para que cada día le llevemos nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra. Ellos tuvieron una estrella, nosotros tenemos a María, “Stella Maris, Stella orientis”.

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