domingo, 10 de abril de 2011

EL FUTURO DE LA MONARQUÍA Y LA BODA REAL


Faltan menos de un mes para la realización de la boda que, muchos estudiosos de la monarquía europea llaman de “boda del siglo” por ser la de uno de los herederos del trono británico, el Príncipe William de Gales.
Si bien, esta celebración, por lo menos en importancia, no será como la de sus padres, el Príncipe Charles de Gales y Lady Diana Spencer en 1981, ya que William es el segundo en la línea de sucesión al trono inglés. Aquella entonces, era sí una boda real que dio más que esperanzas a los súbditos de Su Majestad Británica.
El Príncipe William, fiel seguidor de los preceptos de la realeza, está cumpliendo con su deber de futuro monarca a cabalidad. Egresado de la universidad y de la academia militar, se ha enamorado de una joven plebeya, nada fuera de lo común, sin tanto brillo como la otrora Princesa de Gales, pero con un rasgo muy determinando en el camino de la modernización - por lo menos a medias – de la casa real inglesa.
Recuerdo haber leído una obra del constitucionalista inglés Walter Bagehot llamada THE ENGLISH CONSTITUTION, y en él decía que “una familia en el trono era una idea interesante porque atrae a la multitud de los súbditos acercándose a sus vidas comunes” y “una boda real” era un hecho que llamaba la atención por transformar un asunto de familia en un asunto de estado”. Pero, por cierto la frase más famosa de Bagehot en esta obra era que la “Monarquía dependía de su mística y de su misterio” y que no deberíamos permitir que “la luz diurna se vierta sobre la magia”; o sea, la institución debería permanecer distante en cierta forma y no se debía tener acceso – demasiado acceso- a su interior, ya que ella debería derramar sobre sus súbditos y sobre la historia esa mística que siempre la ha rodeado.
La futura esposa del Príncipe, Kate Middleton representa una escalón social más de la modernidad en que vive el mundo. En los tiempos de la Reina Victoria – de honrosa memoria – las prometidas de los príncipes debían ser princesas de sangre real. Los tiempos han cambiado. Las dos guerras mundiales que asolaron Europa han barrido de la alfombra a muchas casas reales y por tanto, encontrar una princesa en la actualidad, es como buscar una aguja en el pajar.
La modernización de la monarquía desde Isabel II ha tenido logros y fracasos, pero no se puede culpar a la actual monarca de no haber autorizado a su progenie de casarse por amor y no por razones de estado. Símbolo de los tiempos.
Antes del Príncipe William, viene su padre, el Príncipe de Gales en la sucesión al trono. He leído hoy que un tercio de lo británicos preferirían que la reina transfiriera el trono a su nieto y no a su hijo. Los que pretenden este absurdo no conocen la reglas de la monarquía: la sucesión es hereditaria y categórica, después de la reina, será la vez de Charles ocupar el trono; y los que esperan que la reina abdique, no conocen el hecho que, después de 1936, la sola palabra “abdicación”, hace temblar los cimientos del Palacio de Buckingham.
Su Graciosa Majestad la reina de Inglaterra, en vísperas de cumplir su jubileo de Diamante – 60 años en el trono- no piensa en abdicar. Ella seguirá las huellas de su tatarabuela, la Reina Victoria que murió en el trono con 64 años de reinado.

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