quinta-feira, 21 de abril de 2011

MISTERIOS DE LA FE (I)


LA ÚLTIMA CENA DE JESÚS
Hoy es Jueves Santo y recordamos la última cena de Jesús con sus apóstoles antes de vivir las horas de agonía de su pasión, muerte en la Cruz y su posterior resurrección.
En esa noche, ocurrieron tres sucesos importantes y vitales para nuestra fe. En primer lugar, durante la cena, Nuestro Señor instituyó la Sagrada Eucaristía y así nos ordenó celebrar este sacrificio que, diariamente llamamos de Santa Misa. Con la Eucaristía, Jesús nos daba un sacramento de esperanza y de profundo amor. Él quedó con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad para siempre con nosotros. En todas las Misas del mundo ocurre este gran milagro de la transubstanciación.
En segundo lugar, lavó los pies de sus discípulos y les enseñó con esta actitud que debemos ser humildes con nuestro prójimo, con la humanidad entera.
Por último, nos dio un mandamiento nuevo, un mandamiento de amor: Que nos amemos los unos a los otros, como Él nos ha amado y nos ama. Es un mandato nuevo porque nuevos son sus motivos: el prójimo es una sola cosa con Cristo. El prójimo es objeto de un especial amor del Padre. Es nuevo porque es siempre actual el Modelo, porque establece entre los hombres nuevas relaciones. Es nuevo porque siempre resultará una novedad para los hombres, acostumbrados a sus egoísmos y a sus rutinas.
“La señal por las que os conocerán como mis discípulos será que os améis los unos a los otros”
Cuando está ya próxima la Pasión del Señor, recordamos la entrega de María al cumplimiento de la Voluntad de Dios y al servicio de los demás. La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos.

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