Me desperté en medio de un profundo y vivificante silencio. El día parecía aún en tinieblas y envuelto en un manto de bruma de misterio. Era el magistral silencio que invadía mi mente y la sala.
Observé el color del cielo, un color cremoso y algo vago. Lentamente el sol parecía querer salir en medio de la niebla. Todo permanecía en silencio.
Escucho entonces mi voz interior. Suspiro hondo y respiro profundo. Es tan bueno dejarnos invadir – de vez en cuando- por este momento mágico y sereno de nuestra existencia.
Los pensamientos aparecen del oscuro recinto de mis memorias. Cierro los ojos. No me siento solo, me siento acompañado por mí mismo. Es una sensación de placentera dicha.
Una leve sonrisa se esboza en mi boca. Siento el chillido de una brisa suave de otoño. Dentro de poco, la ciudad se despertará y el silencio habrá desaparecido. Pero por ahora, sólo por ahora, puedo disfrutar de este rato misterioso y diáfano.
Hoy es domingo de ramos, inicio de un período de grandes misterios de nuestra fe. Mi alma está preparada para asimilarlos como antaño. Renuevo dentro de mí las esperanzas, la fe y los sentimientos más místicos que este tiempo ofrece. Una vez más respiro hondo y me preparo para vivir más un día de mi vida. DEO GRATIAS.
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