Eddy pensó que él era muy agradable. Tenía unos ojos azules encantadores, era alto y garboso y su sonrisa era atrayente desde todo punto de vista. Cuando hablaba su voz era potente, pero a la vez melodiosa y cautivante.
Por su parte Alberto se sintió a gusto rápidamente con esos anfitriones tan especiales. La chica era guapa y agradable, sonreía graciosamente y sus comentarios eran inteligentes. El joven Eduardo parecía dominar la sala con sus ademanes elegantes, su inteligencia y su amabilidad ilimitadas. Observó que tenía unos ojos verdes y profundos que le recordaron el mar. Sí, pensó, Eduardo era muy especial. Tenía la capacidad de hacerle sentir bien. Y era un placer escuchar su inglés tan perfecto. Era un verdadero gentleman y en nada parecía tener las características hispanas que él conocía.
Como la lluvia no disminuía, Eddy ofreció a Alberto quedarse a pasar la noche. Alberto aceptó. Entonces, ya más a gusto, estuvieron charlando animadamente hasta las once de la noche. Eddy trajo las ropas de cama y las colocó en el sofá. Mina y Eddy subieron a dormir y Alberto, tras pensar un poco en silencio fue dominado por un profundo sueño.
A pesar de todo el contratiempo, de la lluvia y la tormenta, se sentía complacido en haber conocido a Eddy y Mina en tales circunstancias.
(TEXTO EXTRAÍDO DE "EL SUEÑO DE PERSEO" - CAPITULO VI "ALBERTO")
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