domingo, 24 de abril de 2011
MISTERIOS DE LA FE (III)
CRISTO RESUCITADO, ALEGRIA DEL MUNDO
“PORQUE EN VERDAD, HA RESUCITADO EL SEÑOR, ALELUIA”
Después de estos días de tinieblas y de penitencia, la luz de Cristo resucitado de entre los muertos, brilla en nuestra vida de cristianos e infunde la alegría de este magno acontecimiento transcendental en nuestros corazones.
Cristo es la alegría del mundo, con ÉL la esperanza en la vida eterna cobra vigencia con este gran misterio de la Resurrección. El Señor ha estado entre los muertos y resucitando, nos da las esperanzas en que también nosotros resucitaremos, pues nuestra alma es inmortal.
“El que cree en mí – dice el Señor- no morirá, vivirá para siempre”. Esta es la promesa más excelsa que nos dio Jesucristo en su paso por la tierra. En los días anteriores contemplamos su dolorosa pasión y muerte en la Cruz ignominiosa, el sacrificio del Hijo del Hombre para salvar a la humanidad del pecado y de las tinieblas, del dolor y de la muerte. Ahora, con su Resurrección, el misterio de la inmortalidad se desvela como la nieve al sol.
La Resurrección del Señor es el fundamento de nuestra fe, Jesucristo vive; esta es la gran alegría de todos los cristianos. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección de Jesús. Anuncian que Cristo vive, y éste es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: Cristo vive!. La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. “Ésta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia, en Él, lo encontramos todo; fuera de Él, nuestra vida queda vacía”.
Hoy es un día de paz y de alegría, pues la verdadera alegría tiene su origen en Cristo. La tristeza nace del desanimo y del alejamiento de Dios. Ser personas optimistas, serenas, alegres, incluso en medio de la tribulación, es de nuestra esencia de cristianos fieles a esa luz que proviene de la Resurrección de Cristo.
Que esa luz nos ilumine por siempre y, con ella vivamos el GAUDIUM CUM PACE, la Alegría y la Paz. Amén.
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