segunda-feira, 1 de agosto de 2011
EL SILENCIO
El silencio es el grito más fuerte de mi voz interior. En mi silencio profundo, se gestan las más sencillas, pero extraordinarias inspiraciones emanadas de mi espíritu. Es en el silencio donde puedo escuchar los latidos de mis pensamientos más sorprendentes e inverosímiles.
El silencio produce en mí un cataclismo de ideas y proyectos, sueños y ambiciones, y puedo saborear – aunque sea de forma efímera – las delicias de la verdadera belleza, aquella que es expresada en el arte como bien supremo.
Siempre me impresiona aquel silencio en medio del remolino que agitan las pasiones humanas, que no puede ser interpretado como indiferencia ni como una actitud despreciativa ante lo que ocurre. El silencio, ”no siempre otorga”, como dice la sabiduría popular. Puede ser también un medio para exteriorizar una profunda meditación interior y una preparación paulatina sobre nuestro comportamiento futuro.
El propio silencio nos obliga a hablar y decir lo que pensamos, cuando las circunstancias así lo exijan. Durante los momentos de calma, buscamos esa pausa para pensar sobre lo que somos y debemos ser en las diferentes situaciones que la vida nos presenta.
Es tan difícil a veces, permanecer en silencio. Es difícil callar cuando queremos hablar, cuando las situaciones del día a día nos llenan de miedo, y de decepciones. Es difícil permanecer bajo el sereno manto del silencio cuando nuestro impulso nos dice que tenemos que avanzar con todas nuestras fuerzas físicas y mentales. Muchas veces, al permanecer en silencio, podemos observar y planear estrategias que, seguramente, nos llevarán al éxito y a la superación de las vicisitudes de la vida.
Cuando estoy en silencio, escucho mi propio cuerpo y mi propia alma. Sin dudas, es la mejor oportunidad de buscar el autoconocimiento.
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