El escritor
peruano Mario Vargas Llosa, acaba de lanzar un libro llamado LA CIVILIZACIÓN DE
ESPECTACULO, donde critica la superficialidad de las artes y del pensamiento
contemporáneo. Nada más correcto afirmar, junto con el escritor, que en nuestra
época, el arte se ha convertido en entretenimiento de masas y está perdiendo,
desafortunadamente, su carácter de formador, de elevador de espíritu, de
transgresión cultural, de creación humana y de aprendizaje. No soy contrario al
arte como entretenimiento, pero sí afirmo que él no sólo es entretenimiento, no
debería ser sólo entretenimiento. Vargas Llosa dice que, “cuando se nos
presenta un tiburón embalsamado como arte, entonces algo anda mal en la llamada
cultura”.
También
concuerdo con el escritor que estamos viviendo una cierta decadencia en nuestro
modo de ver, consumir y crear arte.
Pasando de la superficialidad a lo divertido, las artes (plásticas, música,
literatura) están siendo contaminadas pues se considera como un producto
vendible, o sea algo divertido.
La
tendencia contemporánea de “simplificarlo todo”, de huir de los análisis más
profundos, de los porqués, de las razones intrínsecas de la crisis de
creatividad artística, nos llevan hacia un lugar peligroso de futilidad social,
en que el arte es un producto más a ser adquirido como en los estantes de
supermercado.
Vargas
Llosa parece saber muy bien – y eso está implícito en su libro – que la
banalización cultural es apenas parte del proceso contemporáneo de expansión
del capital a través de la proliferación de las midias digitales en sus
diversas plataformas. Como él no ataca el sistema en su base, concluye en tono
pesimista, definiéndose como “un
dinosauro en tiempos difíciles”.
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