Como ocurre
en cada película estrenada de Pedro Almodóvar, las expectativas son inmensas,
aun sabiendo que, últimamente el director manchego ha sufrido una cierta
mutación. De todos modos, la película LOS AMANTES PASAJEROS es también una
metáfora en que se encuentra España. En este caso, el país es como un aeroplano
que no sabe para donde ir, no tiene cómo aterrizar y deja a todos sus pasajeros
extenuados, asustados y sacando lo peor de cada uno, es decir, los miedos
humanos. La cinta se pasa en un avión que no puede aterrizar debido a un
problema técnico. Creyendo que van a morir, tres integrantes de la tripulación
(Javier Cámara, Carlos Areces y Raúl Arévalo) hacen confidencias en un clima de
urgencia, como si estuvieran viviendo sus últimos momentos.
Es
imposible no reírse de las actuaciones de Antonio Banderas y Penélope Cruz que
también participan de la película. A pesar de divertido (no olvidemos que la
comedia dramática es característica de la obra de Almodóvar), esta película es,
tal vez, la más decepcionante de todas. El inicio es divertido; es el Almodóvar
de antaño, pero desde la mitad parece que la trama queda un tanto perdida. Pero
justicia sea hecha: me he muerto de risa, especialmente con el trío de la
tripulación. Es como si el director volviese al humor de su primera época, como
en MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS, cuando practicaba aquel cine de
cachondeo exagerado.
Lo bueno es
que Almodóvar nunca se permite ser sentimental y utiliza el melodrama sólo a
manera de ejercer la ironía. Reírse de la propia desgracia es su tónica
preponderante y este aspecto es el que
hace que el director español sea tan insólito en sus películas. De todos modos,
vale la pena verla.
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