Ante la
inminente llegada de Su Santidad el Papa Francisco a Brasil, hemos visto una
invasión de jóvenes de todo el mundo para participar de la JORNADA MUNDIAL DE
LA JUVENTUD Católica en Rio de Janeiro. Se dicen tantas cosas sobre los pecados
de nuestra madre la Iglesia que muchas veces nos dejamos llevar por decepciones
y sentimientos de culpa. Pero, al ver la alegre ristra de muchachos y muchachas
de las cuatro partes del globo que, con gran espíritu misionario se avienen a
escuchar las palabras del Romano Pontífice, nuestra fe se agiganta y todas las
dudas se disipan como la nieve al sol.
He visto jóvenes
que practican el espíritu misionero de Cristo por todos los lugares más recónditos
y pobres del globo. Aquí mismo en Brasil, he visto un programa televisivo sobre
la labor – tan cristiana y universal – de jóvenes que llevan la palabra del
Señor y la Eucaristía hasta en la selva amazónica. Jóvenes extranjeros
practican la caridad en sus misiones por los barrios más pobres de las ciudades
del país.
Entonces,
un brote de esperanza y entusiasmo penetró en mi alma. Recordé que una vez yo
también había tenido 18 o 20 años y que también hervía en mi íntimo la voz de
Cristo por realizar apostolado por donde yo estuviera. Y es así como veo a la
Iglesia Católica, que no tiene ni futuro, ni presente ni pasado, ella es
atemporal, porque se dirige hacia la eternidad, pero los jóvenes son, sin dudas,
ese motor que impulsa la misión de la Iglesia por los cuatro vientos y lleva el
mensaje evangélico de Nuestro Señor. Ciertamente los errores son humanos, pero
la misión es divina. El Santo Padre el Papa nos da las directrices de nuestro
actuar como cristianos en este siglo tan convulsionado y de la mano de María,
Madre de Dios y Madre nuestra, ciertamente llegaremos al puerto seguro, porque
sólo Ella conoce el camino que conduce a su divino hijo.
Los Jóvenes
encuentran en el seno de la Iglesia, el poder del Espíritu Santo para cumplir con
sus obligaciones de cristianos en medio del mundo, cristianos que son la sal y
la luz del mundo, que llevan el mensaje de Cristo por la vida y que participan
como soldados de la Iglesia Militante, que nunca perecerá ni desaparecerá, pues
como lo prometió su mismo fundador, Nuestro Señor Jesucristo, “durará hasta el fin de los tiempos y las
puertas del infierno no prevalecerán sobre ella”.
DEO GRATIAS!
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