domingo, 8 de maio de 2011
SOBRE LA MONARQUÍA (FINAL)
“Aconsejar, estimular y prevenir”
La Constitución inglesa no es escrita. Está basada en la costumbre y en la tradición. Si queremos entenderla, debemos remontarnos a la obra del constitucionalista británico del siglo XIX, Walter Bagehot. En la Obra “The English Constitution” de 1867, Bagehot resumía el rol real en tres verbos: Aconsejar, estimular y prevenir.
Sin duda, muchos monarcas ,empezando por la reina Victoria, han utilizado estas funciones para influir directa o indirectamente en la política del país.
Quién está a la cabeza del Estado Británico? La reina. Quién está a la cabeza del gobierno? El Primer Ministro. Éste está sujeto a la aprobación del pueblo. Se le agradecerán los servicios prestados el día que deje el poder, pero nunca se depondrá a la reina. Los gobiernos cambian, el estado perdura.
Después de las elecciones legislativas – tienen lugar a cada cinco años- la reina elige a su Primer Ministro. En realidad, ella nombra al Jefe del Partido que consiguió la mayoría en las elecciones parlamentarias de la Cámara de los Comunes. Sólo en caso de crisis nacional, ella puede disolver el Parlamento y elegir (de acuerdo a su voluntad) a su Primer Ministro.
A pesar de carecer de poder político, la autoridad de la soberana es formidable. Por ejemplo, tiene el derecho de exigir que se la consulte en relación con todos y cada uno de los ministros del gobierno y de aconsejar y prevenirlos en la medida de sus propios deseos. Tiene el derecho a invitar a cualquier miembro del Parlamento a formar gobierno y a convocar y a disolver el Parlamento. En ciertas circunstancias, puede invocar la prerrogativa real y declarar el estado de emergencia. También puede movilizar una milicia o mandar las fuerzas armadas existentes, pues todos los hombres en servicio juran fidelidad personalmente a la reina y no al país.
Pero hay otros elementos en su poder y que pertenecen a un género que se manifiesta por el hecho de su cuna. Elizabeth Alexandra Mary Windsor es “Su Majestad”. Es el tipo de poder que deriva de la influencia social. Su posición en la cumbre de la sociedad subraya y refuerza a la aristocracia y perpetua las distinciones de clase en Gran Bretaña. Por consiguiente, la reina es la expresión viviente de un sistema esencialmente antidemocrático. A la luz de la tradición monárquica, la nación continua soportando prerrogativas y privilegios heredados e inmerecidos, todos los cuales benefician a la Reina y a su familia sólo porque provienen de cierto tronco genético. Esta situación se refleja todavía mejor en la herencia de ciertos títulos, es decir, los ducados, las baronías y la condición de par, todo lo cual incluye bancas en el Parlamento.
No debemos permitir que la luz diurna se vierta sobre la magia
Según Bagehot, el monarca ya no dirige ejércitos ni preside Consejo de Estado, pero todavía continua siendo un componente dignificado de gran importancia en el gobierno nacional, y esta dignidad origina y preserva la “reverencia de la población”. El desempeño de la Reina como figura dignificada tiene un valor incalculable, dado que en ella se concentra la lealtad nacional y la obediencia, y el gobierno se ve fortalecido por la religión que respalda a la soberana.
Gracias a la estabilidad de la monarquía, los auténticos gobiernos pueden cambiar sin que exista trastorno político.
Pero, por sobre todo, decía Bagehot “es necesario reverenciar a nuestra realeza”, y si uno empieza a escarbar en ella no puede reverenciarla. Si existiera un comité selecto sobre la Reina, el encanto de la realiza desaparecerá. Su vida depende de su misterio. No debemos permitir que la luz diurna se vierta sobre la magia.
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