terça-feira, 11 de outubro de 2011
CIUDADES HISTÓRICAS
Hay ciudades históricas en el mundo que tienen más que monumentos y registros históricos. A pesar de sus fachadas, de sus grandes y antiguos edificios, a pesar, en fin de su bagaje cultural, ellas tienen algo a más que nos conmueve y nos sumerge en un báratro de misterios.
Dos ciudades en el mundo me ofrecen esa mágica sensación. Son dos ciudades tan opuestas en el tiempo y en la historia, pero ambas son, sin lugar a dudas, referencias de un pasado de esplendor, de un verdadero eje de la nación. Me refiero a San Petersburgo en Rusia, y a Ouro Preto en Brasil.
Conocí OURO PRETO en la primavera de 2007 por primera vez. Recuerdo que el ambiente de la ciudad me impresionó a primera vista. Sus callejuelas de adoquines, colmados de historias, sus Iglesias monumentales, la riqueza del barroco, su efervescencia universitaria, todo parecía conspirar con un ambiente de misterio y de fascinación.
Ouro Preto es, sin dudas, una ciudad más que interesante. Ella me cautivó por su gran importancia histórica; y como amo la HISTORIA, que es maestra de la vida, me deleité paso a paso en su cotidiano, su gente, su bullicio y su aire melancólico y sereno.
Las ciudades históricas me atraen porque en ellas permanece algo de su esplendoroso pasado. Puedo cerrar los ojos y ver – con el alma – su enigmático pasado, sus errores y aciertos, su esplendor y su decadencia. Pero, por sobretodo puedo absorber su silencio y la majestuosa calma de sus noches, sus esquinas pobladas de personajes, su poesía, su melodía.
Ouro Preto me ha encantado. Es un lugar para volver sin cansancio. Se puede, entonces captar algo de su pasado que nos ayude a entender el presente y, acaso, el futuro.
San Petersburgo me proporciona la misma sensación. Es algo que me conmueve y que las palabras no llegan a expresar, en su total dimensión, lo que siento.
La antigua capital de la Rusia Imperial, formada de canales y palacios, de granito y de arena, conserva, junto con su caliginoso verano y el manto romántico de su invierno blanco, su belleza incalculable.
En sus calles, sus esquinas, sus parques y avenidas, se puede penetrar en el fantástico mundo de su pasado dorado. En cada rincón de su atmósfera, palpitan los acontecimientos que la hicieron famosa: el Palacio de Invierno, el Almirantazgo, la Catedral de San Isaac, la fortaleza de Pedro y Pablo, la Perspectiva Nevsky; sin contar con sus grandes alamedas, museos, tiendas…todo esto parece hervir en un torbellino gigante de futuro, sin detenernos a pensar que, su pasado ha sido el elemento vital de su presente y de su futuro.
Ciudades diametralmente opuestas: Ouro Preto y San Petersburgo; sin embargo tienen algo en común: su fuerte historia y su elemento de integración con el alma de sus naciones.
Cuando visito ciudades así, puedo sentirme parte de ese pasado, refugiarme en él, para entender mi presente y mi propio futuro.
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