Las
estaciones fueron pasando y con ellas los meses y los años. En Europa los
vientos de guerra intranquilizaban a todos. Este temor de un nuevo conflicto
con Alemania llegó a la tranquila y plácida Cornualles. Johnny y Helen pintaban
y dibujaban a orillas del mar bajo la atenta mirada de Mary Louise.
Johnny
vivía con su padre, el farmacéutico más renombrado de Penzance. Su madre había
muerto cuando él tenía ocho años y había crecido sin hermanos y sin amigos.
Helen fue ocupando su tiempo y su vida. Se enamoraron. Algo inevitable entre
dos adolescentes.
Helen
recordó el primer beso en el embarcadero a la salida de la escuela. Era el último
día del año lectivo y el fin del período escolar. Johnny con dieciocho años
estaba esperando la respuesta de la universidad de Truro donde iba a estudiar
artes. Sus habilidades en la pintura corrían pareja con las del Rugby. Johnny
era uno de los mejores jugadores del equipo del colegio y con un poco de
suerte, ingresaría en la universidad y podría ser admitido en el equipo de
Rugby de la misma. En medio de esos planes de adolescencia, Helen y Johnny
maduraban su relación.
Charles
Armstrong había adquirido en propiedad un chalet a orillas del mar.”Starsrunch
Cottage” – rancho de estrellas – en la primera playa a las afueras de Newlyn,
para pasar las noches de verano contemplando las estrellas con su hija,
haciendo apuntes, leyendo libros, preparando sus charlas para la universidad o
simplemente disfrutando del verano con su esposa e hija. Penzance y Falmouth se
llenaban de turistas durante la temporada estival y los Armstrong ansiaban por
huir del bullicio y refugiarse frente al
mar.
Starsrunch
era un lugar donde la familia llevaba una existencia simple y relajada. Durante
las mañanas, Charles, su hija Helen y Johnny Carpenter pescaban mientras Mary
Louise preparaban sus famosos picnics. A veces Charles leía en silencio, su
esposa pintaba sus acuarelas y los jóvenes pintaban cuadros de paisajes
playeras, gaviotas, peñascos, etc.
En
una ocasión, Johnny pintó un cuadro de la playa con Helen en pie observando el
horizonte. Hizo un rápido esbozo y se pasó la tarde toda pintando. Al terminar
mostró a los Armstrong.
-
Este quiero dar de regalo
a Helen – dijo sonriendo y terminó el cuadro escribiendo “La chica y el mar”
J.C.
Helen quedó complacida. Ha sido el mejor regalo que recibiera en toda
su vida.
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