domingo, 23 de junho de 2013

UNA MIRADA DE FE


BREVE ENSAYO SOBRE LA FE


Hablar de lo que se siente y se vive es muy difícil, así como es aún más difícil expresarlo en palabras. Pero hoy tuve la idea de escribir sobre la FE, no aquella de la que tanto se dice, sino de la que se vive.

La fe es un acceso a la luz. Esto es una buena idea, pues con la luz todo queda claro, las cosas cobran otra dimensión y las experiencias de vida nos enseñan que todo tiene su fundamento y su razón de ser. Con la luz encontramos la paz y la paz se conjuga en una serenidad de espirito tan increíble que vale la pena vivirla.

Cierta vez, una escritora había escrito sobre el “estado de gracia” aludiendo a aquél en que la paz de espirito rodea la vida y nos deja como “alelados o aislados” de todo y de todos en medio a una sensación de regocijo infinito. Ese estado de gracia puede ser alcanzado más fácilmente con la fe. La fe en uno mismo, en las cosas buenas y agradables de la vida, en la confianza absoluta de que “todo es para bien” y en tener la convicción de que Dios está dentro de uno mismo y que nunca, nunca nos dará un fardo más pesado del que podamos soportar.

La fe es para vivirla, es lo que los teólogos llaman de “fe viva”, aquella que se traduce en nuestro comportamiento y en nuestra confianza para seguir, no importando los obstáculos que la propia vida nos ofrece. La fe se enlaza con la esperanza. Tener fe y vivir con fe es traducir nuestra vida como un viento de esperanza que todo lo espera, todo lo cree y todo lo conforta. La fe protege nuestro espirito de las asechanzas del pesimismo, de la enfermedad y de la tibieza. La fe nos ayuda a sobreponernos aun de aquellos momentos en que parece que todo está perdido.

Aunque parezca que la estamos pasando mal, no deberíamos preocuparnos en encontrar los motivos por el cual todo está oscuro, todo está confuso y todo está desorganizado en nuestra vida; debemos, sin embargo, otear el horizonte y sentir dentro de nosotros mismos, aquella fortaleza de fe que nos da el impulso de seguir adelante, no importando lo que encontraremos por el camino.

Una vida de fe es también una vida contemplativa. Contemplar a Dios en las manifestaciones más exultantes de la naturaleza; contemplar la presencia del Hacedor Supremo en el corazón de nuestros semejantes y ver aquella luz que siempre brilla en los ojos de sus criaturas. Una vida de fe es una vida llena de alegría, pues la alegría interior, la del espíritu, es la verdadera alegría de la vida.

No cejemos nunca en nuestro empeño de pedir más fe a Dios. En el evangelio, Nuestro Señor curó a un ciego que le había dicho, humildemente: “Señor, yo creo pero aumenta mi fe”. ¡Qué buena jaculatoria para expresarla, con humildad y sin cansancio, todos los días de nuestra vida!.

Nenhum comentário:

Postar um comentário