Mucho se ha
hablado de la amistad y al tratar de definirla tropezamos con tantos conceptos filosóficos
que no conseguimos expresarla, a cabalidad, a través de las palabras.
Y es que es
difícil definir aquello que se siente en el alma. En primer lugar, creo que la
base de la amistad es la caridad. Al crearnos, Dios nos ama profundamente y ese
amor que distribuimos a nuestro semejante es llamada de caridad. Pero la
amistad no sólo es caridad, es un encuentro de almas, de vidas tan complejas y
diferentes entre sí que sobrepasa el simple afecto humano.
La amistad
es la unión de personas con proyectos de vida comunes, que basan sus relaciones
con bondad, ternura, comprensión y compañerismo.
El
verdadero amigo es aquel que no se necesita estar constantemente al lado para
sentir su presencia; basta saber que cuando lo necesitamos, contamos con él y
él con nosotros, no importa el tiempo ni el espacio.
Un
verdadero amigo es un hermano del alma. Es aquel que, cuando nos reunimos con
él, pareciera que no ha pasado el tiempo. Una amistad verdadera es un tesoro
incalculable que ni las más graves vicisitudes de la vida, ni la soledad, ni
las ausencias, ni los sufrimientos, ni las lágrimas pueden amenazar o destruir.
Quien tiene amigos verdaderos lo tiene todo en la vida.
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