MARÍA: LA
ESTRELLA ILUMINADA
Cuando quiero entrar en contacto con
nuestra Madre, miro la estrella, llamo a María. Cuando se turban mis deseos más
complejos por medio de sensaciones escalofriantes de miedo y de soledad, miro
la estrella, llamo a María.
Cuando las olas de mi vida se
agigantan, y amenazan mi existencia tranquila y pacífica, miro la estrella, llamo
a María.
María es la estrella matutina, la
causa de nuestra alegría. Cuando vemos su luz que ilumina la mañana o la
incipiente nocturnidad, entonces nos damos cuenta de que su presencia está con nosotros
y para nosotros.
La vida, muchas veces, está hecha de
desafíos, de mal entendidos, de tantas fraguas y desconciertos, de pérdidas y
ganancias. El tiempo pasa raudamente a través de las horas, días y años y
entonces, nos damos cuenta de que la eternidad puede estar muy lejos, o al
alcance de la mano. Entonces, deberíamos pedir ayuda a Nuestra Madre, pues ella
es la corredentora de la humanidad, ella es TOTA PULCHRA, y más que ella, SÓLO
DIOS. Por tanto, como poderosa mediadora ante su divino hijo, María es una
madre amable y amorosa, una madre dedicada a sus hijos y ella, ciertamente
nunca querrá ver a sus hijos entristecidos, abandonados y abatidos. Por eso,
esta noche, al contemplarla como la Estrella iluminada, me dirijo, humilde como
hijo suyo, y la digo con cariño: “No me dejes, Madre Mía. Protégeme siempre y
que nunca me separe de ti.”
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