sábado, 31 de agosto de 2013

UNA MIRADA DE FE


MARÍA: LA ESTRELLA ILUMINADA

Cuando quiero entrar en contacto con nuestra Madre, miro la estrella, llamo a María. Cuando se turban mis deseos más complejos por medio de sensaciones escalofriantes de miedo y de soledad, miro la estrella, llamo a María.

Cuando las olas de mi vida se agigantan, y amenazan mi existencia tranquila y pacífica, miro la estrella, llamo a María.

María es la estrella matutina, la causa de nuestra alegría. Cuando vemos su luz que ilumina la mañana o la incipiente nocturnidad, entonces nos damos cuenta de que su presencia está con nosotros y para nosotros.

La vida, muchas veces, está hecha de desafíos, de mal entendidos, de tantas fraguas y desconciertos, de pérdidas y ganancias. El tiempo pasa raudamente a través de las horas, días y años y entonces, nos damos cuenta de que la eternidad puede estar muy lejos, o al alcance de la mano. Entonces, deberíamos pedir ayuda a Nuestra Madre, pues ella es la corredentora de la humanidad, ella es TOTA PULCHRA, y más que ella, SÓLO DIOS. Por tanto, como poderosa mediadora ante su divino hijo, María es una madre amable y amorosa, una madre dedicada a sus hijos y ella, ciertamente nunca querrá ver a sus hijos entristecidos, abandonados y abatidos. Por eso, esta noche, al contemplarla como la Estrella iluminada, me dirijo, humilde como hijo suyo, y la digo con cariño: “No me dejes, Madre Mía. Protégeme siempre y que nunca me separe de ti.”

Santa María, ruega por nosotros.

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