quarta-feira, 8 de janeiro de 2014

MARCHARSE A LOS CERROS DE ÚBEDA


Nunca es tarde para aprender y nunca es tarde para rectificar alguna conducta, un comportamiento o, simplemente una forma de encarar la vida. Y sucedió en la mañana de este domingo extraño de verano, cuando en vez de aparecer un sol dilacerante, el cielo está nublado amenazando lluvia; bien, es también natural que llueva mucho en verano.

Y acabo de leer en el periódico dominical un artículo sobre la expresión castellana: “me marché a los cerros de Úbeda”, protagonizada por el héroe nacional español, El Cid campeador. Confieso que desconocía la frase hasta que la leí en el artículo, muy interesante por cierto. Hay ciertos textos que sirven para instruirte y hay otros que te calan tan hondo en el alma que pueden provocarte cambios bruscos en la vida. Creo que éste ha sido uno de ellos.

Marcharse a los cerros de Úbeda, fue una expresión usada por el Cid Campeador Don Rodrigo Díaz de Vivar, cuando el Rey Alfonso VI, irritado por su demora en el campo de batalla contra los moros, le inquirió del   porqué de su tardanza. El Cid dijo la célebre frase que fuera incorporada al idioma español, y que significa “desviarse de sus objetivos”. Cuando alguien olvida su propósito y se distrae. Sirve para todos los aspectos de la vida humana. Por ejemplo, cuando un disertante olvida el foco principal y “se va por las ramas”, entonces él, “se marcha a los cerros de Úbeda”.

Todos nosotros conocemos y alguna vez hemos ido a Úbeda. Es cuando andamos en devaneos, o cuando es absolutamente necesario cambiar de tema. En los cerros de Úbeda, todo se dispersa, todo se dilata, todo se atrasa. Posponemos todo lo que necesita ser hecho, no pensamos en lo que nos atormenta y disfrutamos el dulce placer de la indefinición. O sea, es cuando perdemos el tiempo.

Hay gente que nace, crece y muere en su “Úbeda particular”, lejos de la realidad, sin darse cuenta, y hay los que eligen quedarse en Úbeda en vez de enfrentar las dificultades de la vida.

Confieso que muchas veces “me marché” a los cerros de Úbeda y muchas veces me perdí en ellos, me perdí en el mundo de la fantasía y de los ensueños, mientras me esperaba proyectos, realizaciones, trabajos, textos, muchos textos que debían ver la luz.

Después de leer este artículo, decidí, como el CID, abandonar Úbeda y darme una zambullida en la realidad, y escribir, escribir de verdad.

 

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