Nunca es
tarde para aprender y nunca es tarde para rectificar alguna conducta, un
comportamiento o, simplemente una forma de encarar la vida. Y sucedió en la
mañana de este domingo extraño de verano, cuando en vez de aparecer un sol
dilacerante, el cielo está nublado amenazando lluvia; bien, es también natural
que llueva mucho en verano.
Y acabo de
leer en el periódico dominical un artículo sobre la expresión castellana: “me
marché a los cerros de Úbeda”, protagonizada por el héroe nacional español, El
Cid campeador. Confieso que desconocía la frase hasta que la leí en el
artículo, muy interesante por cierto. Hay ciertos textos que sirven para
instruirte y hay otros que te calan tan hondo en el alma que pueden provocarte
cambios bruscos en la vida. Creo que éste ha sido uno de ellos.
Marcharse a
los cerros de Úbeda, fue una expresión usada por el Cid Campeador Don Rodrigo
Díaz de Vivar, cuando el Rey Alfonso VI, irritado por su demora en el campo de
batalla contra los moros, le inquirió del
porqué de su tardanza. El Cid dijo la célebre frase que fuera
incorporada al idioma español, y que significa “desviarse de sus objetivos”. Cuando
alguien olvida su propósito y se distrae. Sirve para todos los aspectos de la
vida humana. Por ejemplo, cuando un disertante olvida el foco principal y “se
va por las ramas”, entonces él, “se marcha a los cerros de Úbeda”.
Todos
nosotros conocemos y alguna vez hemos ido a Úbeda. Es cuando andamos en
devaneos, o cuando es absolutamente necesario cambiar de tema. En los cerros de
Úbeda, todo se dispersa, todo se dilata, todo se atrasa. Posponemos todo lo que
necesita ser hecho, no pensamos en lo que nos atormenta y disfrutamos el dulce
placer de la indefinición. O sea, es cuando perdemos el tiempo.
Hay gente
que nace, crece y muere en su “Úbeda particular”, lejos de la realidad, sin
darse cuenta, y hay los que eligen quedarse en Úbeda en vez de enfrentar las
dificultades de la vida.
Confieso
que muchas veces “me marché” a los cerros de Úbeda y muchas veces me perdí en
ellos, me perdí en el mundo de la fantasía y de los ensueños, mientras me
esperaba proyectos, realizaciones, trabajos, textos, muchos textos que debían
ver la luz.
Después de
leer este artículo, decidí, como el CID, abandonar Úbeda y darme una zambullida
en la realidad, y escribir, escribir de verdad.
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