Nunca
me ha gustado mucho el otoño. Días nublados y fríos se mezclan con un
entumecimiento diletante que nos prepara para el invierno. Sin embargo, he
podido apreciar la suavidad de las tardes de llovizna, la alfombra de hojas
secas, el colorido un tanto diferente de esta estación intermedia que nos
obliga a meditar sobre la profundidad del misterio de la vida. Y que placer
provoca eso a mi espíritu!.
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