ESTADO
DE GRACIA
El momento
presente era como un regalo de la providencia.
Ella se encontraba corriendo por las estrechas sendas del parque engalanadas de
flores. Eran las postrimerías de la primavera y en pocos días empezaría su
estación preferida: el verano.
Había sido
un largo y extraño invierno, como todos los inviernos que había pasado en los
últimos años desde que perdiera a su madre. Pero ahora, ella se encontraba
revigorizada de alegría y contentamiento. No sabía explicar exactamente lo que
sentía, pero tenía plena seguridad de que lo que sentía era un placer
inenarrable.
De pronto
se detuvo y contempló la ciudad a lo lejos. Parecía que el lugar acabara de
despertar con el rumor de los pajarillos y la brisa matutina. El sol apenas
asomaba sus rayos e iluminaba todo el ambiente con una mezcla de luz, color y
estímulos.
Se llenó de
gratitud y cerró los ojos. Respiró profundamente y se sintió el ser humano más
feliz del mundo, más pleno, más lleno de energía y de inspiración.
Una aureola
de misterio parecía invadir el sitio donde se encontraba. Abrió los ojos y
sonrió levemente como la brisa que soplaba su rostro. Era un momento mágico y
ella lo sabía. A partir de ese momento tenía la noción de que estaba en estado
de gracia, o sea, ese estado en que todos los sentidos del cuerpo están
armonizados con el alma y la sensación es de un estado de paz y de calma en el
espíritu.
Y ella
sabía también que ese estado era algo singular y único, que no se repetía con
frecuencia.
¡Ahora sí,
pensó Maria Clara, es mi turno de ser feliz!
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Fabrizio estaba
observando las hermosas llanuras de l paisaje toscano cuando una suave brisa de
finales de verano rozó su rostro. Respiró profundamente y continuó verificando
los viñedos donde trabajaba hacia más de diez años.
La zona del
Chianti en la provincia de Siena era muy afamada por sus viñedos y por su
vinícola. Fabrizio se transformó en un “expert “en la producción vinícola y
desde su juventud se dedicó a pleno pulmón para llevar adelante el negocio de
su familia.
Durante su
vida ha tenido muchas pasiones pero ninguna de ellas se comparaba a su pasión
por los vinos. Él saboreaba el vino como su fuera un néctgar de los dioses. Y
nada le producía más felicidad que caminar por los viñedos,, hablar con los
trabajadores que limpiaban las viñas y se preparaban para la vendimia.
Si existía
un estado de gracia, pensaba Fabrizio, era
el que sentía cuando estaba en el viñedo y observaba a lo lejos el
paisaje toscano.
Por sus
venas corría sangre y vino, era su esencia de ser y vivir cada sorbo de esta emocionante
actividad era para él vivir en estado de gracia.
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