terça-feira, 28 de novembro de 2023

DON QUIJOTE DE LA MANCHA Y YO

 

En un lugar del planeta tierra, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un joven que desde su infancia estaba absorbido, no por los libros de caballería como el Quijote, sino por cuentos, leyendas, poemas, sonetos, historias de piratas, historietas, libros de héroes y conquistadores, de romanticismo deshuesado y sueños perdidos.

El joven iba digiriendo toda esta literatura en su lengua nativa, el viejo y buen idioma castellano, el idioma de Cervantes y del Quijote, la lengua rica y misericordiosa de las llanuras y vastos paisajes áridos de la Mancha, la lengua de los torvos conquistadores de las tierras americanas, la lengua de nuestros padres, de nuestras rezas, de nuestro sufrimiento y de nuestras fantasías.

El Quijote de la Macha, el caballero de la triste figura, el de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor enloquecía leyendo los libros medievales y de las hazañas de los caballeros andantes y se debatía entre su fantasioso idealismo y el terrestre realismo de su fiel escudero Sancho Panza.

Así como el Quijote, el joven aprendiz literario, daba alas a su fantasiosa imaginación y se veía tanteando el terreno de los sueños y de la irrealidad, viajando desesperadamente a través de los libros nocturnos – aquellos que no formaban parte de su condición de inocente estudiante – sino aquellos que pertenecían a la rica biblioteca familiar.

El idealismo, la búsqueda de los sueños, la fantasía y la imaginación – elementos que configuran el carácter del Hidalgo – siempre fueron la tónica preponderante en este joven amante de las letras.

Así como el caballero de la triste figura tenía al realismo en sus narices en la figura de Panza, así también el joven debía recordar sus obligaciones y rutinas por la realidad que le circundaba. En la vida hay deberes y obligaciones que es imposible desdeñar. Forman parte de una realidad que es de uno y que no hay como zafarse de ella. Pero, a pesar de este realismo invasivo de los sueños y quimeras, nuestro joven aprendiz se dedicó a cultivar, en las esferas de sus propios ideales, las inspiraciones de su corazón y de su intelecto, los cuales le fueron muy importantes con el pasar de los años.

Idealismo y realismo. Quizá Cervantes fue el único escritor del mundo en analizar con tanta maestría el incongruente corazón humano. Estas dudas y contradicciones, tan afines al carácter del hombre, fueron sin duda los motivos de la profunda universalidad de esta monumental obra literaria. Obra que perpetua con orgullo nuestra querida y entrañable lengua castellana.

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