sexta-feira, 28 de agosto de 2020

SUEÑO DE UNA TARDE DE VERANO

 

Cierro los ojos y puedo escuchar el silencio mustio de la tarde Toscana. En mi mente, trato de reorganizar las imágenes vistas y vividas durante estos dorados e inolvidables días. Pienso que la mayoría de las imágenes de belleza sin par, de un misterioso silencio que antecede la apreciación del arte, y la extraordinaria sensación que produce en mi alma todo lo que es excelso, todo lo que es primoroso, todo lo que es exquisito, todo lo que me llena en lo más profundo de mi alma y de mi mente.

Es verano y es “tarde ociosa”. Sentado y de ojos cerrados, evoco momentos mágicos que he visto, “aprehendido” y depositado en las cámaras más secretas de mis recuerdos.

La sonrisa angelical de una niña ante los mosaicos majestuosos de la Catedral, mi asombro ante la gloriosa arquitectura renacentista, el murmullo suave de la fuente de una plaza,  el suave atardecer de las soledades toscanas. El silencio magistral de un magnifico e imponente templo y mi conexión con el Divino Criador que se dignó a dar al hombre como dádiva, la inteligencia de “hacer y construir “. El sonido de una sinfonía a lo lejos, el término de mi libro que el “lockdown” me ha dado el impulso para continuar y llegar a su fin, el sabroso vino que mis papilas gustativas no han de olvidar jamás y las inspiraciones poéticas de este mágico lugar.

Toda belleza trae consigo asombro y sufrimiento. La sensibilidad es un arma de doble filo.

Pido permiso al poeta de mi corazón, don Juan Ramón Jiménez para intentar exprimir en palabras lo que mi corazón siente y aprecia.

 

 

“Nada hay que yo, esta tarde, conocido no haya”

 

 Tiempo sin huellas:

 dame el secreto con que invade

 cada día, tu espíritu a tu cuerpo!

 

Y finalmente:

 QUE DESCANSO

 tan lleno de trabajo dulce! Qué horizonte

 elástico, hasta el fin de lo infinito,

 el de mí echado corazón sereno!

 

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