La
soledad es una firme e importante aliada para la inspiración profunda, para las
ideas geniales, para adquirir tenacidad en alguna época de nuestra vida. Cuando
es impuesta suele ser deprimente, triste, silenciosa y melancólica. Puede provocar
las emociones más desgarradoras y llevar a una existencia miserable.
Qué
placer se encuentra en una soledad en que se puede disfrutar de una buena
lectura rodeado de silencio y de misterio. La noche así se convierte en una
bendición para un alma tranquila que sabe de su propia limitación y finitud.
Qué
triste es la soledad para aquellas almas envueltas en egoísmo y vanidad. La
soledad no es buena consejera para los soberbios que necesitan de público para
su triste actuación teatral.
Bendición
y maldición. La soledad no tiene puntos intermedios. Por eso es tan complejo
definirla.
Una
vez oí una vieja canción que decía: “para amar mi soledad hay que sentir mi
compañía”. Gran verdad!
A
veces, la soledad es bálsamo para un alma atribulada.
Me
gusta sentir la soledad al lado de la persona que amo. Cuando en un intervalo
de silencio se puede escuchar el latir de dos corazones que siempre están
juntos.
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