VIA APPIA ANTICA:
GLORIA PASADA Y SILENCIO PRESENTE
“Tutte le strade
portano a Roma” (Todos los caminos llevan a Roma)
He decidido
conocer la más histórica e importante vía de acceso a la Roma Imperial, la VIA
APPIA, en bicicleta, una tarde soleada de verano.
Construida
en 312 a.c. por Appio Claudio Cieco, un importante político romano, unía Roma a
Brindisi en Puglia, principal puerto romano de la época. Es también llamada
como Regina Viarum, o sea “Reina de las Carreteras”
El acceso al “Parque Regional de la Vía Appia”
como es llamado es un poco complejo, especialmente si uno está en bicicleta o a
pie. Hay que cruzar la “Via APPIA NUOVA” construida en el siglo XVIII y que es
una de los accesos más usados por los vehículos para entrar a Roma por el sur.
Esta carretera, que es en realidad una autopista es muy concurrida y el tráfico
insoportable y va paralela con la Via Appia antigua. Pero, aun así, pensé que
valdría la pena enfrentarla, a pesar de los riesgos de andar por una autopista
que no tiene espacio para bicicletas o corredores.
El parque regional
de la Via Appia comprende 3400 hectáreas de parques que pertenecen a los
municipios de Roma, Ciampino y Marino. El parque es una unión de los parques de
Cafarella y del Acueducto que se sitúan a lo largo de su extensión.
Al entrar
en la vía Appia Antigua, llama la atención la abundancia de pinos romanos.
Estos árboles milenarios son el símbolo de la región del Lazio, donde se
encuentra la ciudad eterna. Rodeada de pinos, cuya belleza y elegancia son
increíbles, la vía está toda adoquinada y supongo que el adoquín también es
milenario, de la época aurea del Imperio.
El silencio
contrasta con el pensamiento del pasado glorioso del lugar. Por aquí entraban
las legiones triunfantes de las batallas contra los Galos, Británicos y
Bárbaros. Los pinos, testigos de esas tropas gallardas y orgullosas, continúan incólumes
a través del tiempo. Ya no se escuchan el retumbar de los tambores, el ruido de
los carros o de las sandalias romanas, el silencio llegar a ser de grandiosidad
imperial.
Ruinas de templos, catacumbas, iglesias,
compiten a lo largo del trayecto, con el verde del parque, algunos bares contemporáneos
para saborear un rico café o tomar una “birra”
(cerveza), y continuar el trayecto. Desde mi punto de partida, a lo largo de
casi 15 quilómetros, se llega hasta la Iglesia de “Quo Vadis Domine”, ya a las
puertas de Roma. La Iglesia recuerda el punto en que, según la tradición, el
Apóstol San Pedro escuchó la voz del Señor que le decía para que volviese a
Roma a morir como los mártires, el apóstol dio media vuelta y regresó a la
ciudad. Después había sido crucificado cabeza abajo en la colina del Vaticano
dónde se encuentra actualmente la Catedral de San Pedro.
Poco
después de la Iglesia, se encuentran las ruinas de las antiguas murallas de la
ciudad. Hasta aquí llega la Vía Appia, a partir de allí, entramos en la ciudad
eterna donde las ruinas son testimonios de la grandeza del mayor imperio de la
historia universal.
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